domingo, 18 de diciembre de 2016

Poetry...



Me preguntaron: "¿Qué es para ti la poesía?"


Podría decir:

El otoño colándose entre los árboles,

una luz capaz de incendiar las oscuras paredes del mundo,

el horizonte doblándose en las retinas,

el susurro con el que mis dragones duermen,

un silencio que detiene a los fantasmas,

el color incandescente de las galaxias,

el rastro de sangre en la nieve con la que se excitan los lobos,

respirar y que el salitre del mar entre en los pulmones,

el olor a canela de una tarta de manzana recién hecha,

la verdad que se alcanza a ver cuando cierras los ojos,

el lenguaje de la lluvia,

el río bebiéndose tus desiertos,

el estribillo contagioso de una canción con la que acompasar la vida.


Y sin embargo dije:

"Despertar junto a alguien

y descubrir que la realidad

pueda ser más hermosa que los sueños".

lunes, 28 de noviembre de 2016

Mundo interior

Foto: http://elburlador.blogspot.com.es/

Hay un devenir de presagios,
un lenguaje en expansión
creado por instantes
que mueren y renacen
con la incertidumbre de saber
si existe ley física
que pueda explicar el mundo interior.
Existe el camino y la espesura de sus bosques.
Existe el oleaje contenido y la inundación del rompeolas,
el barco y la herida abierta del iceberg,
el buceador y su mundo submarino.
Soy soldado en mi propia emboscada,
el aterrizaje forzoso sin despegue,
el muro que impide escapar al fugitivo,
la inundación de la cosecha y las tormentas.
Soy mi servicio de inteligencia y el espía perdido en mis instalaciones.
Soy el grito de alarma y la voz que me tranquiliza,
el reloj y los rostros vencidos por el tiempo,
una ventana y la escarcha que no permite alcanzar mis paisajes.
Soy una pregunta y la infinitud de sus respuestas:
¿Son iguales los destellos del vaso cuando está vacío?
Soy la enfermedad incurable y su tratamiento,
la ceguera y los semáforos.
Soy Madrid y persigo todos los taxis que he perdido.
Soy todas aquellas vidas que han cruzado
por el paso de cebra de mi propia vida
y las que queden por cruzar.
Soy la hoja arrancada con el final de la novela,
la voz en off que me habla desde el futuro,
el dragón y sus incendios interiores,
el león vencido por su domador.
Soy el cristal y lo que no se ve en su reflejo.
Soy mi único lector
y el poema 
que no comprende
al que lo lee.

domingo, 13 de noviembre de 2016

De Bob Dylan para Leonard Cohen.

foto: www.morrisonhotelgallery.com

Querido hombre de la voz rota
consigue que se acabe esta noche
la luna nos mira con ojos tristes
más allá de las hojas congeladas
de los árboles embrujados de la memoria.
Quiero que el viento de la costa despeine las dudas,
el bosque ha dejado respuestas para mí en tus canciones.
Hoy bailaremos bajo un cielo de cipreses
moviendo las manos.
Querido hombre de la voz rota
el mar recorta mi horizonte, la arena rodea
 recuerdos que aún no he vivido.
Necesito olvidarme de todo esto hasta mañana
tócame otra canción
no existe dolor sin un verso que lo describa.
Querido hombre de la voz rota
consigue que la carretera se deshaga bajo mis pies
quiero encontrar el desvío con el que salir
de esta autopista hacia ninguna parte,
te seguiré por los cascabeles del tiempo.
El destinó plantó claveles en tu garganta,
la luz se ha desvanecido entre tus dedos,
las lágrimas que arranca esta armónica
ya recorren tus huellas
déjanos un último vals
no tengo sueño y quiero estar en cualquier parte.

 (Versión basada en Mr Tamboury man-Bob Dylan)

miércoles, 19 de octubre de 2016

The road not taken

http://vitahairandbeauty.co.uk/bring-on-the-rain-what-to-do-on-a-wet-day-in-london/

Londres, soy el superviviente que define al cansancio en un idioma que no es el mío.
Soy tu noche, está lloviendo y parece que la luna cabe en una gota.
Soy el trazo firme del invierno que atraviesa tus ventanas.
Soy el humo de las chimeneas que resbala lentamente por tus calles.
Soy el pasajero que recorre la distancia del tamaño de su Oyster.
Soy el reloj de tu torre y sé que un día parece demasiado tiempo.
Soy tus edificios como icebergs que crecen bajo el río.
Soy el color gris de la niebla que se esfuerza en borrar todos los rostros anónimos.
Soy la corbata del oficinista que sube tan alto como sus sueños.
Soy el aliento rojo de tus autobuses con el que se agita el tráfico.
Soy tu cambio de moneda, tu té de jazmín, tu olor a mantequilla, tu paisaje de piedra en el museo.
Soy tu tierra humedecida contra las hojas que pisas en Hyde Park.
Soy el café que dura de Clapham a Hackney con el que te calientas las manos.
Pero principalmente,
y entre todas las cosas,
soy tu destino.
La circunstancia de alejarse del pasado
justifica que estés aquí
en esta ciudad donde
hasta la muerte resulta indiferente
y nadie tiene miedo a nada
que no sea
hablar demasiado
de uno mismo.



viernes, 30 de septiembre de 2016

Giro lírico

foto: es.pinterest.com/imSaisuree/men/

Fumando
frente al espejo
el poeta se parte en dos
y en su horizonte 
-paisaje nocturno de las horas-
desaparece la luz de un barco
que se aleja del puerto 
navegando hacia los márgenes del giro lírico



martes, 6 de septiembre de 2016

HAIKU DE SEPTIEMBRE


Fondeado
en este espejo
una estrella se apaga en el destino.




(Foto: Mi versión fotográfica de MELANCOLÍA de LARS VON TRIER)

martes, 5 de julio de 2016

Que todos los trenes rojos de esta ciudad terminen su recorrido en ti.




En ese precipitado murmullo
que conduce al tiempo
cuando el rojo de la tarde
parte en dos las estaciones,
y yo veo como se marchan mientras
la palabra "adiós" flota
ligeramente encendida
por encima de la voz que la pronuncia.
Veo como se marchan
y las manos de él
se alejan de los hombros de ella
igual que un barco se aleja del muelle
para convertirse en un destello del mar.
Veo como se marchan
y a cada paso que dan
habita esa sensación luminosa
de que serán sus huella
las que como una cicatriz escrita en el paisaje
resistirán a la marea.
Veo como se marchan
y a sus espaldas
se resume una ciudad encendida
en cuyo resplandor
el verano abre sus brazos.
Les veo marcharse:
él sube al tren,
ella ahora es el frágil temblor
que cruza en la intimidad de su ventanilla.
Está anocheciendo
y se encienden
las luces rojas de la estación,
un tren se aleja
y yo veo
como se marcha
justo
cuando llegas tú.

lunes, 13 de junio de 2016

Crónica del joven poeta.




Conseguí que algunas noches se detuviesen frente a mis ojos.
Viajé por muchas ciudades y algo de mí se quedó en todas ellas.
Traté de describir el horizonte en 140 caracteres
pero el horizonte jamás supo describirme a mí.
Hablé de Bukowski, sosteniendo una botella vacía,
sin que ni siquiera me temblasen las manos.
He sobrevivido a la muerte varias veces en poco tiempo.
Me he partido en dos frente a un espejo roto
en cuyas grietas
se detienen las sombras de mi vida.
He corrido con los ojos cerrados
para intentar alcanzar el corazón del frío.
Busqué razones para desangrarme, aprendí a estar hambriento,
traspasé mi propia piel
para acariciar la fiera que nace dentro de mi pecho.
He buscado -sin éxito- en el incendio de mis cuadernos
las claves para desencriptar las contraseñas del lenguaje.
Me he arrastrado sobre el papel como un lobo herido.
He dejado sueños olvidados en el cráter de una almohada vacía.
¡Ya no me asusta el vértigo de rendir cuentas
frente a los destellos del recuerdo!

Pues ahora que
 sigo siendo el mismo
-o apenas nadie-
me he dado cuenta de que
ni siquiera sé escribir
y sólo intento caminar descalzo
por encima de la nieva
sin quemarme los pies.

domingo, 29 de mayo de 2016

Balada triste de mayo

                    
foto: elvocero.com


                                             A mi abuela.

Hubo heladerías, tartas de cumpleaños
y bufandas de lana.
Era el blanco y negro de los televisores
el fotograma que ardía en tu vida.
El retrato en sepia de mi abuelo
que llevabas contigo
en aquel tren con el que cruzabas
al otro lado de España
también formó parte de mi infancia.
Las manos te olían a pescado
y los escaparates de las zapaterías
dibujaban los rasgos de tu serenidad.
También hubo inviernos en los que
te interponías a mi padre
que me indultaba de alguna bofetada
cuando la luna desde mi ventana
 me velaba con tus ojos
aquellas noches que avanzaban con paciencia
y yo llegaba demasiado tarde.
De la guerra no quisiste hablarnos demasiado
sólo que fuiste padre y madre de mi madre.
Recuerdo la foto en la que comencé a ser marinero,
los candelabros
y el nacimiento de algunos primos en tus estanterías.
Tuviste algunas rosas en ese patio
donde te he visto llorar algunas veces
cuando el destino era como la soledad
que describían tus ojos.
En los últimos tiempos
se apresuró el mundo
 y yo te decía: "prometo llamarte más"
aunque desde entonces
sólo despedimos juntos algunos años.
La alegría te desbordó
cuando tu bisnieta se sentó
por primera vez sobre tus rodillas.
Volviste a Madrid,
-esta ciudad de la que nadie vuelve-
y Madrid se quedó contigo para siempre.
Empezaste a morirte un 20 de mayo
y una quietud rodeaba tu frente,
pero tu cuerpo se negaba a creer
que la muerte está
entre las leyes de la vida.
Era tan solo hace unos días
cuando tus 94 se apagaban en mis dedos
y tú ya no parecías mi abuela
sino tan sólo el rictus clavado
de quien se abandona
a la suerte de una historia muda.
Sentí el final del horizonte
en las grietas de tus manos,
mi madre que
ni siquiera pudo despedirte dignamente
lloraba a escondidas.
Y te fuiste, abandonaste esa habitación
de luces tan pálidas como tu nombre
sobre el papel amarillento de Interfunerarias
frente al que discutíamos
porque nadie quería hacerse cargo de tus recuerdos.
Ahora eres las baldosas rotas de una casa vacía,
el lenguaje de ganchillo blanco de una mesa,
dos hermanos, un notario,
los trastornos de un mal seguro de decesos.
Ahora eres los tranquilizantes de mi madre,
el recuerdo que reposa sobre la perdida,
la extinción, la sombra, la huella,
parte de una noche
que termina en este poema
con el que pretendo
recordarte
para siempre.

jueves, 5 de mayo de 2016

Poema generacional





Levantarse a las nueve los sábados. 
Tener pastillas en el cajón en lugar de preservativos.  
Llevar el reloj adelantado y contratar un seguro de vida. 
Asistir al dentista, hacerse una quiropodia.  
Mostrarte al mundo con una foto de tu sobrina.
Estar cansado, descubrir la realidad tal como es 
y pensar en las consecuencias de tus actos.

Hacer cocido los domingos.
Encontrarte un lunar que crece frente al espejo.
Recibir cartas del banco y de la compañía de gas. 
Cambiar la lámpara del baño y los muebles de sitio.
Recordar el cine donde pusieron un Zara. 
Redescubrir el western y los concursos de televisión.
Morir en el sofá los viernes por la noche. 
Sentirte molesto con los ruidos de los vecinos. 
Entender las noticias de economía y abrir una botella de vino tinto.
Dejar el ron para pasar al gin y el rock para pasar al jazz, los albergues por hoteles
 y las web de alquileres por las páginas sobre venta inmobiliaria. 
Perder amigos y encontrar conocidos.
Invertir cada vez menos espacio y tiempo en uno mismo.
Dejar el tabaco, aparcar esa idea romántica del inconformismo.
Domesticar enfermedades crónicas como el desamor y el miedo a la muerte.

Pero creer principalmente y
a pesar de todo que
aceptarse a uno mismo
es la mejor manera
de cambiar el mundo.

(Aquí repito una versión de aquello que un día escribí con letra pequeña).

domingo, 10 de abril de 2016

Butacas separadas




A veces me pregunto
si estamos viendo la misma película.
La luz del proyector
encuentra en tus ojos
al tren que cruza la medianoche,
al pistolero herido,
al androide enamorado.
Suenan disparos en tu mente
y dos coches se persiguen,
Lawrence cruza el desierto
y Dennis mantiene
-siempre-
su avioneta en el aire,
los puentes de Madison arden
como el amor en los poemas.
Ingrid Bergman mira
a Humphrey Bogart
y se detiene la lluvia.
La vida es un rodaje en travelling
que ocurre en las pantallas de la mente
y quizás se acabe la kriptonita
-o la tarta de arándanos-
pero el Cinema Paradiso
mantiene siempre sus puertas abiertas.
Los destellos de la luz se detienen
tras los títulos de crédito
mientras se apagan los neones
de todos las calles
y puede que esta noche
Harry no encuentre a Sally
pero yo te buscaré en mi ventana
cuando el resplandor de la luna
encierre todas las escenas de este día
y me responda
con su incandescencia
a la pregunta de
si estamos viendo la misma película.

martes, 22 de marzo de 2016

00:47 - 01:05

Foto: bambi012-Tumblr


00:47
La luna ya resbala
entre el colchón y tu cuerpo,
las luces de los puentes
se encienden
por las rendijas de tus brazos.

00:48
Cuando te veo dormida
parece que son los muelles
quienes navegan hacia los barcos.

00:51
Abrazas la almohada
como quien camina de puntillas
por las márgenes del tiempo.

00:54
Extendido en su paisajismo
tu pelo
parece el final de la vía láctea.

00:56
La luz de la noche
acaricia 
tus libros doblados.

00:57
Me tumbo a tu lado
como quien se acomoda
bajo la sombra
de un cerezo en flor.

01:00
Una estrella cae
y el reloj de pared
anuncia
el final del invierno.

01:02
Busco en tu espalda
esa parte de ti
que ni siquiera tú conoces.

01:03
Como la nieve
mi nariz encuentra en tu piel
su pálido reflejo.

01:05
Este verso te hace abrir los ojos,
"buenas noches", me dices.
Lo mejor de los sueños
es la realidad que te despierta de ellos.

domingo, 20 de marzo de 2016

AUNQUE TÚ NO LO SEPAS



(...)Aunque sólo me escuche una silla vacía
será firme mi voz.
 

lunes, 14 de marzo de 2016

La primera cita



(Le odias pero, a la vez, te sientes extrañamente atraída por él. En tu mesa de trabajo encuentras nota que dice: "Te invito a cenar") . Bajo estas directrices escribí, ya hace tiempo, este texto para un taller de literatura impartido por la escritora Izara Batres.

Lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia -meditaba Amanda en su monólogo interior mientras pensaba en Mauro.

 Al principio su imagen me traía a la mente un mundo reinado por las compañías de seguros, las chuletas de cerdo y la contraportada del periódico As. Le solía llamar Nacho, quizás porque en esa primera impresión me recordó a Ignatius, Ignatius Reilly, ese personaje de la "Conjura de los necios" que podría comerse diez salchichas sin manos, absorbidas directamente de la bolsa. 

 Amanda estaba  sentada  con la mirada perdida en un pequeño espejo. Su mano sostenía un lápiz de ojos. Frente a ella su pastillero, un vaso de agua, un pintalabios abierto como un dedo índice decapitado y un papel amarillo con una mancha de chocolate: una nota.
Mientras se maquillaba, ordenando sus pensamientos que viajaban en doble dirección, repasaba mentalmente las palabras que utilizaría en su próxima sesión frente al psiquiatra.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué  fue Mauro y no otro el que se coló en mis sueños? Lo recuerdo con exactitud. Estábamos cenando o quizás era una merienda. A Mauro le gusta merendar. Siempre hay migas sobre su teclado y, en su cajón, hay suficiente reserva de galletas de limón como para abastecer a toda la oficina en caso de un ataque nuclear.
Recuerdo que en la mesa no había velas, ni cubiertos de plata, ni tapones que descorchar, tan sólo mucha comida. Mauro estaba frente a mí y su cabeza era como un globo de helio que podría flotar y explotarse con cualquier objeto punzante. Mantenía las piernas cruzadas cuando reparé en un trozo de carne peluda que brillaba entre el calcetín y el pantalón, y mientras retorcía con los pies sus zapatos sucios, yo pensaba levantarme ladrando y morderle los tobillos, pero en lugar de eso, dejé atrás mi silla y conseguí dar tres pasos. 

-"¡Amanda!" -pronunció Mauro como sorprendido- y mi nombre fue como el viento en los labios de un suicida. Cuando me quise dar cuenta estaba frente a sus ojos que, como gritos silenciosos de amor, me decían: ¡Bésame! Si de verdad existe el magnetismo, éste estaba ahí. 

Entonces le besé. Apenas duró un instante, pero fue como una tormenta que entró por las montañas de mis brazos, una tormenta cuyos truenos provocaron una pequeña sacudida en mis piernas dormidas. Luego desperté. Desperté igual que David tras vencer a Goliat, igual que un nadador capaz de terminar a nado una travesía contra la corriente del río más poderoso.
Podría decirse que Nacho, digo Mauro, desordenó el puzle de muerte de mis sueños. Sí, la muerte, esa muerte que como un barco alcanza mis costas a oscuras, la misma muerte que de un tiempo a esta parte hiela mis noches y se presenta como una pesadilla que separa mis días. Siempre la misma pesadilla: Venus brillando, el motor de un coche rugiendo por las serpenteantes carreteras de la costa, un animal -mitad oso y mitad lobo- entre el coche y la luna, luego el impacto, el vértigo tras ver durante unos instantes toda mi pasado cruzando las pantallas de mi frente hasta que finalmente despierto sobresaltada, aullando, para luego estirar un brazo hasta alcanzar el frasco de las pastillas.

Amanda separó los ojos del pequeño espejo para descender hacía el papel amarillento: “la nota”, que volvió a leer como quién intenta descifrar algún mensaje en ese espacio que queda entre las palabras:

Tengo un plan. ¿Cenamos esta noche?

Luego fijó sus ojos en la mancha de chocolate reavivando, una vez más, su monólogo interior.

Así es Mauro, como esta nota –pensó- o como la mancha de chocolate de esta nota: un poco de dulzura bajo una masa viscosa. 

 Recuerdo cuando hablamos por primera vez, fue en la sala de descanso. Tan solo unos minutos. Yo estaba sola. Clavada como siempre en mi silla. Mauro luchaba contra la máquina dispensadora de chocolatinas  y perdió la guerra, entonces me dedicó aquella sonrisa. Sé que cualquiera hubiera respondido con displicencia, pero sin embargo, igual que los antihéroes, o los derrotados, fue el brillo apagado de sus ojos lo que, de alguna manera, encontró cierta condescendencia en mí. Hablamos de esto y de aquello como si ambos conociésemos un lenguaje único. Podría decirse que congeniamos, era como si tuviese suficiente stock en su almacén de  palabras para decir todo aquello que yo necesitaba oír. Luego fueron los e-mails, la literatura de sus cartas en la que él se convirtió en mi escritor y yo en su lectora. 

Cuando  charlábamos de trabajo su mirada era todavía más triste, describía la oficina como ese lugar en el que la vida pasa de largo, allí donde el mundo le mira con indiferencia mientras en su pantalla se amontonan cifras, gráficas y cartas dirigidas a vidas inexistentes. Un día me dijo que tenía un plan, el mejor de sus planes, un milagro, un golpe de gracia por el que sería reconocido como un vencedor y que, tal vez, podría revelarme en alguna ocasión.

Al escuchar estas palabras creí que hablaba de trabajo, algún gesto con el que quizás pudiese comprometer a la empresa, algo que ensalzase a Mauro o, al menos, fomentase su popularidad entre los compañeros, pero no, todo era mucho más sencillo, y pronto tuve la certeza de que hablaba de mí, y es que ese gran plan, ese milagro, era yo. Puede que Mauro no fuese estéticamente perfecto, quizás un poco extravagante en su comportamiento. Pero yo no es que fuese mucho mejor que él, nadie podía imaginar en qué me había convertido, sobre todo desde aquel domingo en el que la vida decidió dejarme sentada para siempre.

El timbre por fin sonó y Amanda se desplazó hasta la puerta. 

-Estoy lista, enseguida bajo .
Como era habitual, tardó unos minutos. Pero allí estaba Mauro, agradeciendo su llegada con un pequeño ramo de margaritas mientras observaba como se acercaba hacia él.

- Disculpa el retraso -dijo ella- se me hace duro desde el accidente.

Mauro contestó con una mueca, una especie de onomatopeya en la que le mandaba callar. Luego giró alrededor de Amanda, apretó fuertemente el plástico de la empuñadura de la silla y cogió impulso.

- ¡Agárrate! ¡Todo a estribor!

Amanda sintió el aire como una nube de seda en el viento. Corría una ligera brisa. Estaba atardeciendo y el sol se colaba entre los árboles. Era primavera y la luz dotaba a las ramas de un aspecto delicado. Esa noche habría luna llena.

domingo, 6 de marzo de 2016

lunes, 15 de febrero de 2016

Anatomía de un domingo




Photo: Pintarest - Blue trail

Es domingo cuando el tiempo
construye azoteas
en las bóvedas de un sueño
y en tu salón reaparece la aurora 
como una conversación inacabada.
La lluvia crece en las ventanas
como una plaga de langostas  crece el desierto.
Es domingo y el tiempo 
es como un jinete blanco 
cabalgando sobre la nieve.

Un periódico espera junto a ti, 
frente al café humeante y la novela cerrada.
Hay mantas, calcetines de lana
y siestas que vencen a los televisores.
Hay  juegos de cartas, coleccionables
y otras formas de pactar una rendición.
Hay calles desiertas en los teléfonos,
y una multitud de tenedores sucios
 en los lavavajillas.

Hoy mi espalda pertenece a tus manos
cuando tus dedos encuentran mis heridas
y yo me siento como ese luchador invencible
que ha sobrevivido a la última tempestad.

Es domingo 
y todo es cambiante
salvo tú.

domingo, 7 de febrero de 2016

Completamente viernes...



 Es jueves en el Aleatorio
aunque parece
"completamente viernes",
sobre el escenario Luis García Montero
juega a describir la eternidad
como quien tripula un barco
capaz de sobrevivir
a todas las tempestades.
La luz de su voz lo baña todo
y desde el espejo del techo
sus palabras caen
como enigmas desafiantes
que se enredan
en nuestras conciencias.
Yo miro hacia arriba,
observo al público
igual que el camarero
me observa a mí:
A alguien se le despiertan
dragones en el estómago,
otros se miran antes de conocerse
y la poesía parece ese conjuro
 capaz de alterar nuestros destinos.
Los versos se suceden,
los poemas rugen
 -deslumbrantes y densos-
como un deportivo rojo
que intenta aparcar
en el interior de nuestras mentes.
A las doce termina todo
y salimos afuera
con la voz del poeta
todavía templada y salvaje
como una playa a medianoche
 hasta que la realidad
va configurando la secuencia
 de reconstrucción del mundo
cuando se abre la puerta del Aleatorio
y la poesía comienza
a desbordarse por la ciudad
y yo busco otras maneras de terminar este poema
que podría titularse:
"Completamente viernes, completamente tú,
la buena compañía".

domingo, 24 de enero de 2016

Haiku para un lunes invierno

Cansado en la ventana
el atardecer perdió su brillo
y mis ojos también

domingo, 10 de enero de 2016

Tornillos de estrella V



Después de escribir un poema
entro en la ducha
acciono la palanca
y el agua caliente surge de las tuberías
como una corriente extraña
que quiere pernoctar en mi piel,
pero no son las gotas de agua lo que siento
sino todos aquellas palabras
que no supe escoger
y que todavía centellean
como pequeñas quemaduras
en mi pecho...

(Sonando Then I heard a bachelor´s cry  -Benjamin Clementine)

jueves, 7 de enero de 2016

Formas de empezar un año

Foto: 01-01-2016
Empezar un año
es como mirar al horizonte
para comprobar que el mundo no tiene esquinas,
y desacelerar, sentir la perspectiva,
detenerse en la inmensidad
de lo que todavía no ha sucedido,
comprender que los fragmentos que
intentamos borrar de la historia
también formaron parte del poema,
y tomar conciencia de que el futuro es
 aquello que aún no hemos olvidado.
Empezar un año
es viajar en el horizonte
para entender que una maleta
es un espacio dentro de ti
y huir
una forma de descubrir
lo que ya sabes.
Empezar un año
es como imaginar que
nos lanzamos al mar
para nadar de espaldas
hasta trazar todo ese recorrido
que nos alejó de nosotros mismos.
Empezar un año
es como mirar al horizonte
para entender
que existen
366 maneras distintas
de escribir
la palabra siempre.