Estoy encerrado en una oficina: me acuna una canción de teclas; las mamparas de cristal se levantan como diques más allá de mi cabeza; bloques de hielo peinan el aire a mis espaldas; las nubes pasan por el techo pero no puedo verlas; bocanadas de asfalto entran por los vanos y los claxons de los coches llaman distantes. Clavado en mi sillón, al lado de un horrible aparato de escanear imágenes, dictando ordenes, correspondencia dirigida a vidas inexistentes... escribo mi primer libro de versos. Un pésimo libro de versos ¡Dios te salve, amigo, de la inquietud del rosal! Pero lo escribo para no morir.
Hermoso el final, sólo así quedará algo de nosotros cuando mueran las generaciones más cercanas. A veces me preguntó qué pasará después con lo que escribimos. Me gusta tu entorno laboral, alguien puede llamarlo tedioso, pero aunque no veas las nubes que pasan por el techo, eres útil y necesario para esas vidas inexistentes.
ResponderEliminarNo hay libros pésimos, hay lectores pésimos que no siempre entienden lo que hemos querido decir. ;)
Un beso
Y la vida se nos traga. Cada día el mismo lugar monótono,
ResponderEliminarel mismo café matutino,, y las pilas de expedientes con personas
que son números y com autómatas repetimos los mismos movimientos
cada día. Pero ahí está el rosal, para pincharnos con sus espinas
y despertarnos.
mik. o mejor muak
SANDRA, VIVIAN : La vida nos empuja, y nadamos, entre espinas, contra la corriente de la muerte, sólo así podremos seguir con vida...
ResponderEliminarMañana empezará una nueva semana, volverás a estar encerrado en una oficina, te acunará una canción de teclas, y las mamparas de cristal harán de ti un pájaro enjaulado, pero te deseo lo mejor, y que tal vez, quizás, algo nuevo te sorprenda y levantes vuelo.
ResponderEliminarVenir a recordarte semejante cosa me hace un poquito mala? Jiji
Besos