[....]Por lo general no veo a nadie los fines de semana. Me quedo en casa, ordeno un poco; me deprimo amablemente. Sin embargo, este sábado, entre las ocho y las once tiene lugar un momento social. Voy a cenar con un amigo sacerdote a un restaurante mexicano. El restaurante es bueno; por ese lado no hay ningún problema. Pero mi amigo ¿Sigue siendo mi amigo? Estudiamos juntos; teníamos veinte años. Gente muy joven. Ahora tenemos treinta.
Me como una torta de frijoles y Jean-Pierre Buvet me habla de sexualidad. Según él, el interés que nuestra sociedad finge experimentar por el erotismo ( a través de la publicidad, las revistas, los medios de comunicación en general) es totalmente ficticio. A la mayoría de la gente, en realidad, le aburre enseguida el tema: pero fingen lo contrario a causa de una estrafalaria hipocresía al revés.
Necesitamos la aventura y el erotismo, porque necesitamos oírnos repetir que la vida es maravillosa y excitante, y está claro que sobre esto tenemos ciertas dudas. Tengo la impresión de que me considera un símbolo perteneciente a ese agotamiento vital. Nada de sexualidad, nada de ambición; en realidad, nada de distracciones tampoco. No sé qué contestarle; tengo la impresión de que todo el mundo es un poco así. Me considero un tipo normal. Bueno, puede que no exactamente, pero ¿Quién lo es exactamente? Digamos que soy normal al 80%. Por decir algo, observo que en nuestros días todo el mundo tiene forzosamente la impresión, en un momento u otro de su vida, de ser un fracasado. Ahí estamos de acuerdo.
Hijo de una hippie de la revolución sexual en Francia en el 68, que le abandonó en casa de su abuela, y con unos profundos traumas infantiles por culpa de la crueldad de los niños con los obesos, Michel Houllebecq, es un autor controvertido, de los que gustan mucho o son odiados visceralmente. Su obra, prolongación de su mundo real, tiene cierta obsesión por las miserias afectivas del hombre contemporáneo en un mundo enfermo y neurótico. Le han tachado de misógino, pornógrafo decadente, incluso xenófobo tras ser denunciado por varias agrupaciones islámicas y derechos humanos.
De momento, no sé de que lado estoy en su campo de batalla. Pero sé, que someterse a sus libros, teniendo en cuenta tanto enfrentamiento critico entre sus incondicionales y sus detractores, es dificil. Pero no cabe duda de que en pocas páginas engancha (y mucho), y su manera tan brillante de narrar y analizar el entorno, por muy disparatadas que puedan creerse sus ideas convence, e incuestionablemente, hay que considerarlo uno de los grandes de la literatura. Hace poco, ha publicado un libro de poemas que estoy deseando leer.