Con la misma esperanza vimos, una a una, envejecer colinas. Sobrevivimos al mar dejando seis huellas a cada paso. Explosiones también hubo que nos hicieron daño. Tu pequeño cuerpo fue ovillo frente al ventilador de la nevera, y yo apoyaba mi cabeza en tu espalda, y te contaba historias acariciando tu pelaje con mis manos todavía mojadas del fregadero.
Aprendí a vigilar tu respiración, tus sueños, pero la madrugada nos cogió desprevenidos. La noche era pánico, frenazos urgentes, motores rugiendo de dolor en calles mal iluminadas, y coches mal aparcados, y frío, demasiado frío para comienzos de otoño. Tú no caminabas y te cogí en brazos, para buscar refugio en aquel lugar que olía a química y a muerte.
Tumbada, con el alma que iba y venía, y la mirada perdida, acaricié con los dedos tu cara que ya es recuerdo. Y tus ojos, un destello sin luz suficiente como para perseguir mis movimientos desordenados, apenas miraban. Te dejabas hacer, inerte como un muñeco sin cuerda. Pero tuviste fuerza para levantar la cabeza y, usando esa voz que sólo utilizo cuando hablo contigo, te pregunté: ¿nos vamos a casa? Y contestaste que querías quedarte allí, mientras la vida se acercaba y huía como una bombilla a punto de fundirse.
El silencio te buscaba. La oscuridad se hizo. Y desde entonces no ha parado de llover, y las noches me queman de frío mientras te invoco, te reclamo, te siento y retorna tu imagen. Y cada minuto es un minúsculo adiós. Y los días son un vacío entre instantes que recuerdo como nuestros. Y me abandono al dolor, con el rictus todavía descompuesto en moléculas de agua y sufrimiento, y me estremezco cuando el olor de tus cosas impregna mis manos, y mi cocina está ausente de ti, y mi nevera vacía. Y el futuro me hiela los brazos cuando pienso que envejecí diez años en pocos días.
Las partículas de tiempo se sucederán, a la vez que perdemos la memoria, cuando el olvido, definitivamente te lleve, y estemos acercándonos. Y los árboles crecerán y les cortarán sus ramas y volverán a crecer. Y tu recuerdo dejará de ser un dardo certero, porque nunca has muerto, lo sé, te adelantaste sólo para esperarnos en la cara oculta de la luna.
A Xila, mirando al cielo de los perros: Descansa en paz.
Siempre la echaremos de menos...Precioso panegírico.
ResponderEliminarGracias!
Que hermoso texto, muy profundo...
ResponderEliminarme encanto tu blog, claramente te sigo. Saludos!
ANA: Vivió una vida feliz, la echaremos de menos!!!!
ResponderEliminarSCARLET: Gracias por subirte a mi barco. Cuando se escribe, por desgracia, desde lo más profundo de la herida, el texto gana...SALUDOS!
wow que fuerte, me has dejado con la piel erizada, de verdad mis mas terribles pésames y la manera en que lo estas tomando me parece muy madura, sentí como la narración de una película es que simplemente me encanto
ResponderEliminarSolo la foto me ha dejado en shock, el texto ya ha sido demasiado...
ResponderEliminarKENYA-Todavía la ausencia me atrapa, pero me reconforta pensar que tuvo una vida y una muerte digna..Un besote.
ResponderEliminarAPRILIS- A día de hoy, si repaso el post, me derrumbo...
Increible, sigo secandome las lagrimas.
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