domingo, 29 de marzo de 2015

Madrid neoyorquino

              
                                                                         Foto: Secretos de Madrid

Donde Madrid echa el ancla
cuando la noche y el día
son mitades del mismo calendario.
Donde la oscuridad
nunca conquista sus afueras.
Donde el movimiento es predicado
de todos los tiempos.
Donde terminan los pasos
y la vida derrota a todos los relojes.
Donde las luces brillantes
 bañan las orillas de asfalto
como brújulas encendidas
y las sirenas gritan: ¡Volved a casa!
Donde se dibujan los trazos del insomnio
mientras arden los pájaros derrotados
y los ángeles queman sus alas.
Donde mueren los acordeones
y las trompetas desafinadas gimen
para fecundar la noche a un ritmo lento.
Donde llueven títulos de crédito
 y crecen andamios en los párpados.
Donde los edificios son
como barcos varados
que habitan en un mar
de neones encendidos.
Donde caminan cuerpos
con la mirada perdida
que buscan en los límites del horizonte
la nostalgia de sí mismos.

No sé si será Broadway o Gran Vía
esta luna azul
donde nace la soledad,
pero yo soy la grieta
 bajo la que su luz traspasa.

Journey Into Melody by Stanley Turrentine on Grooveshark

jueves, 19 de marzo de 2015

Diáspora -Cristina Peri Rossi



Y el psiquiatra me preguntó...

Y el psiquiatra me preguntó:
-¿A qué asocia el nombre de Alejandra?-
El dulce nombre de Alejandra
el olor de los pinos y cipreses
casas rojas castillos medievales
una dama en el umbral
muebles púrpuras
la prodigiosa simetría de los parques
una hoja siempre en blanco
delante del ojo que acaricia
la falta de sonido
las lilas de los muros
un dolor enfermizo por casi todo
el muelle gris
las cosas que sólo existen en jardines
para decir cuyos nombres
es necesario empezar por Alejandra
la antigüedad de algunas piedras
respiración entrecortada
la dificultad
para hacer amigos,
en fin, medianoches fatales
en que todo nos falta
especialmente
un amigo
una amiga
inolvidables.


"Diáspora" 1976 (Cristina Peri Rossi)


Tiene muchas voces, muchas biografías, a veces recuerda a Bukowski y otras a Clarice Lispector con sus peripecias autobiográficas. Lírica, irónica, disparatada pero lúcida e ingeniosa, coloquial, varía su estilo en cada libro. Fue amiga de Cortázar y columnista en algunos periódicos, ganó algunos premios aunque dice que escribir es lo último que no haría en esta vida. 

Irreversible



¿Qué ocurriría si pudiésemos volver atrás? ¿Qué ocurriría si hubiese otra oportunidad para lanzar por la ventanilla todo lo que nos pesa? y ver como la piel se estira, frente al espejo, recupera su brillo y el marco malva de los ojos se apaga. Y los días de ceniza vuelven a sus ceniceros, marcha atrás, entre cuerpos que hacen pausas en los andenes; y el agua regresa a la atmósfera desde tus zapatos calados; y las lágrimas, remontando a contracorriente tus pómulos hasta evaporarse en tus retinas vacías. 

Los túneles se derrumban y crecen las montañas. Los contratos vuelven al cajón oscuro de dónde salieron, y la tinta de tus firmas al gris de sus bolígrafos. Y las cajas embaladas deshaciendo mudanzas, y los regalos empaquetados; y las entradas de conciertos, las  listas de la compra que nunca terminaron de llenar tu nevera vacía comienzan a cobrar vida desde los cubos de basura. Y desaparece la niebla: los enfermos abandonan los hospitales, los barcos varados vuelven a faenar, los aviones regresan a las pistas de aterrizaje y los trenes a las estaciones. Las despedidas ahora son encuentros.

¿Y yo? Algunos días pierdo la conciencia pensando en como sería una oportunidad. Tres días sin que flote tu distorsionada imagen dentro de mí mientras me descubro llorando frente a un poema que dice "la memoria es un error del olvido". Los recuerdos hielan mis noches, a veces, pues he aprendido a vivir con un iceberg bajo la piel. Las horas descienden como un alud por la pista nevada de los días. Llego del trabajo y mi casa, nuestra casa, parece la galería de arte de un amor perdido. En la entrada tu fotografía: ese imagen cada vez más lejana que arde en mi conciencia. Tu recuerdo cosido a mis noches. Hay detalles que se olvidan y reaparecen en el mercurio de mi delirio. 


El televisor dispara imágenes y sonidos lejanos que se desvanecen por la casa: que importa Grecia y Ucrania si tú no estás aquí. Descubrí que te amaba pera era demasiado tarde. Visualice todos los fotogramas velados en el cinema de nosotros, le puse apellidos a los hijos que nunca tendremos, quizás hubiese podido entregarte las llaves para abrir las puertas de ese bosque en el que estuviste perdida. 


También hubo cines, restaurantes, supermercados. Otra piel y otros nombres constataron que fuiste verdad. Decidí viajar a otros lugares en los que nunca fui capaz de quedarme. Lloré en cada uno de los rincones de nuestra vida. Huí en dirección contraria a las respuestas y descubrí que el silencio es igual en todas las ciudades. 


Los amigos me escucharon un tiempo pero se marcharon deprisa. Estuve triste y luego aburrido. Tuve insomnio y depresión. Leí muchos libros: algunos malos y otros buenos. El espejo me devolvía cada día todas las heridas. 


También pasé un tiempo con tus padres, esos que nunca supieron nada de nosotros y que jamás se acercaron a los oscuros territorios de la verdad. Al principio me adoptaron como a un hijo y durante tres meses dormí en tu habitación de niña, luego trabajé para crear distancia como quien trabaja en una celda para escapar. En tu entierro algunos conocidos me dieron el pésame aunque jamás vestí de negro. Tengo frío en los brazos cuando visito tu tumba y el otro día sentí vértigo al adelantar a un coche fúnebre. Declaré en comisaria y describí los hechos, aunque omití algunos detalles.


Aquel día a nadie le importaba nada, las escaleras mecánicas subían y bajaban y, un remolino de codos, zapatos y puertas mantenía el ritmo que trazaban las líneas de la fatiga, la velocidad y la vorágine, la caótica fiebre de los lunes, el ritmo frenético de un saxo alto desafinado. En las pantallas la caligrafía de los destinos que una voz en off se encargaba de anunciar: el servicio restablecido excepto en tu andén, aquel anden en el que todavía mis palabras ardían en tu cuerpo como un bosque en llamas. 


-¡Atrás! -decían los de seguridad incapaces de evitar la curiosidad que produce la muerte. 


 Llevabas el dolor lacrado en tus ojos. La palabra adiós palpitaba en tu pecho como una quemadura blanca. No lo sabía nadie, no se le pensábamos contar a nadie, o al menos de momento. Habíamos hablado sobre darnos un tiempo, un tiempo definitivo, y aunque nunca te hablé de una segunda oportunidad, hubiese dado lo que fuese por habértela ofrecido pero ya era demasiado tarde. Ya era demasiado tarde cuando reinaba el olor a goma quemada, el olor a química, a sangre seca mientras sonaban los gritos, el murmullo, la ansiedad. Tu cuerpo partido en pedazos bajo el círculo deslumbrante de un hospital de campaña. Duró unos segundos, unos segundos fue la distancia. Duró unos segundos tu viaje. Las estrellas se confundieron con el frenazo de la locomotora. El cielo se alejó de ti al menos un metro.   

Fue en aquella cuerda floja donde el destino de tu muerte y el origen de mi pena se buscaban.  Pudiste decidir no hacerlo, pudiste dejarlo pasar mientras estabas en aquel anden, pudiste dar un paso atrás en aquel precipicio y, sin embargo, te lanzaste a las vías frente a mí. Y yo ahora me hago las mismas preguntas, cada noche, día tras día: ¿Qué ocurriría si pudiésemos volver atrás? ¿Qué ocurriría si pudiésemos recuperar el pasado?¿Qué ocurriría si hubiese otra oportunidad?


(Todos las semanas, unos pocos y yo, nos reunimos en una librería de Malasaña. Creamos textos, a veces desgarradores y, otras veces, disparatados. Este es uno de mis trabajos en el que he llevado al límite ideas y fragmentos de otros textos que ya había escrito).

domingo, 8 de marzo de 2015

La huida hacia delante


Acostumbrarse a las molestias diarias,
a que se mueran los abuelos.

Hacerse a la idea de que envejecen
los padres y maduran los amigos.

Andar un rato por las tardes.

Verse de pronto envuelto en un debate
sobre hasta cuándo es mejor dar el pecho.
Tener una teoría al respecto.

Apuntarse a cursos de idiomas
o al gimnasio y actualizar los blogs
al menos una vez a la semana.

Hacer la cama siempre al levantarse
y fregar antes de que se acumule:
hacerse fuerte en la rutina.

Ser un hombre a la hora de hacer colas:
no dejar que se cuelen las marujas
ni nos venza el desaliento.

Medir la vida en estados de Facebook
y la aceptación social en “me gustas”.

Abrir un plazo fijo a un interés
razonable y defender que conviene
una reforma fiscal moderada.

Seguir los partidos sin pegar voces.

Hacerse chequeos de vez en cuando,
que total no cuesta nada. Enterarse
de cuáles son los mejores productos
para mantener limpia la piscina.

Irse de vacaciones con los suegros,

Atender cuando oyes “señor”
por la calle. Aprender a hacerse el nudo
de la corbata y a arreglar los enchufes.

Entender por qué sube la hipoteca.

Asumir que es cada vez más difícil
cumplir el sueño de hacer un trío.

Gastar mucho menos dinero en libros,
reducir el tiempo de siesta.

Hablar en las reuniones de vecinos.

Aprovechar los descuentos del súper,
preferir los conciertos en teatros,
elegir cortinas de seda blancas
que combinen con la mesa camilla,
buscar porno duro gratis, cervezas
negras y ginebras de marca, vinos
con un ligero regusto a manzana
de nombre extranjero. Decir que es suave
pero con mucho cuerpo. Fijarse
en cómo va resbalando la lágrima.

Usar reloj.

Adaptarse, como todos, al miedo.
Amortiguarlo con pastillas.

Apagar el despertador antes de que suene.

Ponerse camisa para ir a trabajar.

La huida hacia delante -  Víctor Peña Dacosta

 Levantarse a las nueve los sábados. Tener pastillas en el cajón en lugar de preservativos.  Llevar el reloj adelantado y contratar un seguro de vida. Asistir al dentista, hacerse una quiropodia.  Mostrarte al mundo con una foto de tu sobrina. Estar cansado, descubrir la realidad tal como es y pensar en las consecuencias de tus actos.
Hacer cocido los domingos, encontrarte un lunar que crece frente al espejo. Recibir cartas del banco y de la compañía de gas, cambiar la lámpara del baño y los muebles de sitioRecordar el cine donde pusieron un Zara. Redescubrir el western y los concursos de televisiónSentirte molesto con los ruidos de los vecinos. Entender las noticias de economía y abrir una botella de vino tinto.
Leer este poema como quien repasa en una radiografía su coxis desgastado.

domingo, 1 de marzo de 2015

Time after time

                                                                         'Midnight Train' by Albert Ian R P, Barcelona, Spain

Igual que un naufragio en los pasos de una tormenta.
Igual que el vapor en el espejo y el humo en el incendio.
Igual que el papel en blanco, la metáfora imposible, el poema que no comprende 
al que lo escribe.

El mismo que no pudo detenerse con las manos vacías
y corrió en dirección contraria a las respuestas 
sin saber en que parte del viaje se encontraba.
El mismo  que huyó en un tren de medianoche
para descubrir que el silencio 
es igual en todas las ciudades.

Como la camilla y la anestesia,
como el mercurio y la fiebre,
como el delirio y la memoria.

Como el mal de alturas sin montaña
y la nieve que se derrite sin ser pisada,
como el  hielo sumergido del iceberg.

Igual que un dique, el rompeolas, la noche.
Como un letrero en llamas
donde arde la palabra adiós.

Así fui para ti. 

Time After Time by Chet Baker on Grooveshark