domingo, 27 de septiembre de 2015

Diseño de interiores II



Nos conocimos en un poema

un poema en el que yo era un ventana abierta
que soñaba con auroras boreales
y buscaba en el invierno
el verso que nunca pudo ser escrito.

El mismo poema en el que tú describías
estrellas en tus incendios
y en tu voz
la palabra vida ardía
como un barco arrinconado contra el horizonte.

Ese poema en el que yo quería estar solo
-a la manera de Pessoa-
mientras pensaba que escribir
era una forma de pasear por la nieve.

El mismo poema en el que tú extendías los límites,
más allá de la métrica,
y llevabas un verso de ventaja al mundo
escrito en tus pestañas.

Ese poema en el que yo viajaba hacia ninguna parte,
bostezaba en los andenes
y hacía transbordos
en la palabra nostalgia.

El mismo en el que tú llevabas un continente en los labios
y los abrazos
eran como un puente dorado
para llegar al infinito.

Un poema que todavía no existía
en el que yo disponía de un cuaderno
y tú de un bolígrafo cuya tinta
era la voz azul del futuro.

Nos conocimos en un poema
y aprendí que hay grandes historias
en pocos versos,
 pero sobre todo,
aprendí que
no fue el poema
lo que consiguió fascinarme
sino conocer porqué la poesía es admirable.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Sobre travesías interiores y otras maneras de viajar solo.


Fue una tarde de julio, viernes, desde entonces he recorrido veinte mil leguas de nostalgia submarina...


Hay un lenguaje desnudo
que escapa al callejero
de esta ciudad cuyas calles 
atraviesan nuestros nombres.
Un paseo frente a los barcos
en una tarde de ojos turbios
donde se dibuja tu ausencia 
en las manchas de gasolina del puerto.
Aquellas rocas, la tormenta, gritos de gaviotas
que me envuelven, la palabra eternidad
dibujada en el horizonte,
las líneas del viento, trozos de cielo 
que no aparecen en los mapas.
Ahora todo está en este cuarto y me acompaña.
Me entretengo en los bares
vaciando botellas de vino
entre marineros que desnudan cervezas
para que ningún recuerdo sobreviva a esta noche.
No hay más, todo transcurre en esta ignorancia
de sentir el mar a cada paso,
saber que estoy aquí, que soy yo 
todos los cuerpos que he vivido.
Ahora todo está en este cuarto y me acompaña.
Sobre este suelo en el que
pisaron tantas vidas
observo mi maleta sin deshacer
por miedo a quedarse del todo, o tal vez demasiado
en cualquier parte.
No consigo abandonarme a los sueños
tras la fatiga de los días
y enciendo el televisor
para encontrar un documental
-o quizás un programa de bricolaje doméstico-
que me ayude a sobrevivir a la nostalgia.
Ahora todo está en este cuarto
y es excesivamente tarde
cuando cierro los ojos,
y siento el vacío
en la aspereza de las sábanas
de este hotel
al que le faltan estrellas
porque tú no estás aquí.

*Texto y foto: Donosti 03/09/2015)