martes, 8 de diciembre de 2015

TO BUILD A HOME

"me aferré tan firme como tú te aferraste a mí "
(Cinematic Orchestra)
Aquella casa
con olor a suavizante, 
el aire de aquella ventana mal cerrada.
Pertenecer al trozo de ciudad 
que encierran las cortinas.
Intuir las luces, los coches, las horas.
Habitar en el tacto de una manta con agujeros. 
Dividir en instantes los silencio, la imaginación, la memoria.
Escuchar el mar en su vientre. 
Cocinar descalzos, compartir la cena.
Acariciar sus pies fríos y tener la impresión de 
poder tocar toda su vida.

Así es como recuerdo un hogar.




domingo, 15 de noviembre de 2015

Solicitud en Din A3




Bájame una estrella en tamaño din a3,
acércame su resplandor.
Quiero que esa luz se vierta en mi cuerpo
para que sus destellos persistan más allá de la música.
Me gustaría que el viento de la palabra
apresase mis bosques
y la naturaleza se quedase inmóvil.
Concédeme por contagio tu inmortalidad,
separa mi conciencia de los abismos del mundo.
Alíviame de este temor al vacío.
Devórame como el mar devora a los acantilados
o lanza una cuerda, súbeme 
y rescata mi alma del naufragio.
Quiero encontrarme en ti,
que en un abrir y cerrar de labios
pueda mirar en mis sueños
por si existen perseguidos
y tal vez pueda salvarlos.
Entra en mi corazón,
acaríciame con tu voz.
Voy a lanzarme
por el Niágara detenido de tu boca.
Coge mi mano ahora,
quiero que sepas que
te regalo mi vida
a cambio de un poema.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Recuerdos en el café de la juventud perdida a la manera de Modiano


Foto: www.rtve.es


Eran días sin relojes, 
noches con horizontes cortados 
y mañanas que llegaban demasiado pronto. 
Tiempos de vivir en las calles 
y dormir en las aulas: aulas infectadas de gente, aulas sin calefacción.
Fueron tiempos de acuerdos multilaterales, pisos compartidos, 
turnos de limpieza y legislaciones de frigorífico. 
Recuerdo un submarino llamado Berlín, 
y un paraíso dónde podían encontrar 
a quien estaba perdido.
Recuerdo los grasientos amaneceres del Raíces 
y el beicon que nos devolvía  la vida, 
cuando la vida eran dos monedas de cien. 
Recuerdo la niebla de la Alameda 
pintada en mis ventanas 
como el resplandor sin cuerpo
 de un cuadro de Rothko. 
Recuerdo a Charlie Parker llorando en mi radio casete 
y a Manolo Tena que siempre estaba de bajón. 
Recuerdo los libros que presté, 
las películas que no me devolvieron, 
las noches en que no amé. 
Recuerdo cuando la desdicha se interponía en mi destino 
y caminaba hacia cualquier parte, 
con una brújula perdida en el pecho 
y el sabor ciego de perseguir un rumbo. 
Recuerdo el olor a humedad de las calles, 
el frío calándome los huesos, 
la respiración hipnótica de las campanas, 
el sonido hueco de los pasos, 
la sombra de una pareja 
desapareciendo en el plano de la noche 
mientras pensaba que
daría cualquier cosa porque fuese mi nombre 
el que aquella mujer pronunciase
al despedirse al día siguiente.
Recuerdo las floristerías frente al mercado, 
las hortensias embestidas por el viento, 
las horas deshaciéndose en el reloj de la Quintana
y la luna como las teclas sucias de un acordeón.
Recuerdo el día que nevó  
y las manifestaciones 
por el cambio de normativa 
en los colegios mayores.
Recuerdo aquella chica 
que me arruinaba la vida 
pero a mí eso me gustaba
 (cosas del sadomasoquismo).
Recuerdo la lluvia como alfileres en la piel, 
sus abrazos como océanos 
y las heridas 
que dejaban en el cielo los aviones 
cuando se marchaba 
y yo tenía que volar muy lejos de mí 
para alcanzarla.
 Y es que el yo que ella quería
estaba a kilómetros de distancia 
de mi auténtico yo. 
Quizás por eso, 
como en los libros de Modiano,
y si la memoria no me falla, 
me acuerdo de casi todo
excepto de mí.

domingo, 25 de octubre de 2015

LETANÍA DE LAVAPIES -Rafael Carvajal

FOTO -OLMO CALVO

Hijo de Lavapiés. Profesor de inglés, porque de la poesía no se vive. Misántropo con buen corazón. Dice que no lee demasiado, quizás sólo lo suficiente. Perece llevar un pretérito perfecto escrito en los ojos y un pasado en los pulmones. Pude sentir su voz de cerca, igual que un aullido dentro del vientre del dinosaurio. Uno de sus poemas dice algo así:


Lavapiés, soy tu hijo, arrópame en tu alma de hormigón.
Barrio bohemio, soy cada pintada del GNIO en tus fachadas.
Barrio humilde, soy una india ecuatoriana con larga melena azabache: cargando fardos.
Beato de San Cayetano, soy tu guerra entre bandas.
Socorro del borracho, soy tu teatro alternativo.
Barrio entre colinas, soy el ogro que acosa a los turistas.
Cueva del duende, soy el viejo que jura que en el  pasado eras mejor.
Corazón de revolución, yo encendí la mecha que incendio los Escolapios.
Casbah laberíntico, soy el marroquí de pelo blanco vendiendo tambores en las terrazas.
Zulo erótico, soy gay, soy lesbiana, soy bisexual, soy libre.
Barrio del cartón de tinto,  estoy borracho, tirado en el suelo.
Escenario del libre amorío, estoy muy guapa. ¿No te das cuenta?
Alma impía y pagana, estoy en la boca del metro; aguardo a mi amor.
Campo de refugiados, te hablo con duro acento, pero tu corazón entiende.
Ágape políglota, un Dhurum, una somosa y un sancocho, para llevar.
Casa de empeños, soy la china en el todo a cien y su primo en los ultramarinos.
Guardería del espíritu frágil, míranos en el parque del Casino, míranos jugando en paz.
Mezquita bajo la catedral, oramos de pie, de rodillas, de todo corazón.
Lavapiés: madre aceptadora del disparejo, madre elástica de todas las naciones,
soy tuyo y te amo tal como eres, somos tuyos y te amamos en tu desesperada belleza, Lavapiés haznos hueco en tu vientre en el siglo 21.
Hermanos, hermanas bailemos todos juntos en la acera; que empiece la canción.

RAFAEL CARVAJAL

martes, 6 de octubre de 2015

SELFIE

Foto: Vivian Maier portrait


Selfie:
porque apenas sé quién soy
y algunas de mis certezas 
nunca fueron definitivas,
porque intento enseñar al mundo
que en el diámetro
de mis ojos
cabe el alta-mar,
porque entre la memoria
y la fotografía
se encuentran todas las vidas 
que he perdido,
porque pulso un botón
y se detiene el instante
de esta travesía.
porque necesito saber
si la soledad viene de tan lejos
como los minutos
a los relojes.
Quiero que comprendan
que sostener un río
en la palma de las manos
podría estar entre mis habilidades,
que me miren a los ojos
para ser inmortal
mientras las estrellas 
se quedan
entre mis dedos.
O simplemente 
que alguien 
dentro de mí 
aplauda
a aquel otro 
que intenta ser
 yo.

domingo, 4 de octubre de 2015

Breakfast






Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».



El desayuno -LUIS ALBERTO DE CUENTA 
(Premio nacional de poesía 2015)


No se pierdan su proceso de inspiración en: 

http://www.condeduquemadrid.es/evento/luis-alberto-de-cuenca

domingo, 27 de septiembre de 2015

Diseño de interiores II



Nos conocimos en un poema

un poema en el que yo era un ventana abierta
que soñaba con auroras boreales
y buscaba en el invierno
el verso que nunca pudo ser escrito.

El mismo poema en el que tú describías
estrellas en tus incendios
y en tu voz
la palabra vida ardía
como un barco arrinconado contra el horizonte.

Ese poema en el que yo quería estar solo
-a la manera de Pessoa-
mientras pensaba que escribir
era una forma de pasear por la nieve.

El mismo poema en el que tú extendías los límites,
más allá de la métrica,
y llevabas un verso de ventaja al mundo
escrito en tus pestañas.

Ese poema en el que yo viajaba hacia ninguna parte,
bostezaba en los andenes
y hacía transbordos
en la palabra nostalgia.

El mismo en el que tú llevabas un continente en los labios
y los abrazos
eran como un puente dorado
para llegar al infinito.

Un poema que todavía no existía
en el que yo disponía de un cuaderno
y tú de un bolígrafo cuya tinta
era la voz azul del futuro.

Nos conocimos en un poema
y aprendí que hay grandes historias
en pocos versos,
 pero sobre todo,
aprendí que
no fue el poema
lo que consiguió fascinarme
sino conocer porqué la poesía es admirable.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Sobre travesías interiores y otras maneras de viajar solo.


Fue una tarde de julio, viernes, desde entonces he recorrido veinte mil leguas de nostalgia submarina...


Hay un lenguaje desnudo
que escapa al callejero
de esta ciudad cuyas calles 
atraviesan nuestros nombres.
Un paseo frente a los barcos
en una tarde de ojos turbios
donde se dibuja tu ausencia 
en las manchas de gasolina del puerto.
Aquellas rocas, la tormenta, gritos de gaviotas
que me envuelven, la palabra eternidad
dibujada en el horizonte,
las líneas del viento, trozos de cielo 
que no aparecen en los mapas.
Ahora todo está en este cuarto y me acompaña.
Me entretengo en los bares
vaciando botellas de vino
entre marineros que desnudan cervezas
para que ningún recuerdo sobreviva a esta noche.
No hay más, todo transcurre en esta ignorancia
de sentir el mar a cada paso,
saber que estoy aquí, que soy yo 
todos los cuerpos que he vivido.
Ahora todo está en este cuarto y me acompaña.
Sobre este suelo en el que
pisaron tantas vidas
observo mi maleta sin deshacer
por miedo a quedarse del todo, o tal vez demasiado
en cualquier parte.
No consigo abandonarme a los sueños
tras la fatiga de los días
y enciendo el televisor
para encontrar un documental
-o quizás un programa de bricolaje doméstico-
que me ayude a sobrevivir a la nostalgia.
Ahora todo está en este cuarto
y es excesivamente tarde
cuando cierro los ojos,
y siento el vacío
en la aspereza de las sábanas
de este hotel
al que le faltan estrellas
porque tú no estás aquí.

*Texto y foto: Donosti 03/09/2015)

martes, 18 de agosto de 2015

EL MAR- John Banville



(...)Se supone que la vida, la auténtica vida, es una lucha, una acción y una afirmación inagotable, la voluntad embistiendo con su cabeza roma contra la pared del mundo, cosas por el estilo, pero cuando vuelvo la vista atrás me doy cuenta que la mayor parte de mis energías se dedicaron siempre a la simple búsqueda del cobijo, de comodidad, de, sí, lo admito, un rincón acogedor. Comprenderlo se me hace sorprendente, por no decir escandaloso. Antes me veía como una especie de bucanero, enfrentándome a todo el que se me ponía a tiro con un alfanje entre los dientes, pero ahora me veo obligado a reconocer que me engañaba. Esconderme, protegerme, guarecerme, eso es lo único que realmente he querido siempre, amadrigarme en un lugar de calor uterino y quedarme allí encogido, oculto de la indiferente mirada del sol y la severa erosión del aire. Por eso el pasado supone para mí un refugio, allí voy de buena gana, me froto y me sacudo el frío presente y el frío futuro. Y, no obstante, ¿Cuál es la verdadera existencia del pasado? Después de todo no es más que lo que fue el presente una vez que el presente ya ha pasado, no más que eso.

EL MAR - JOHN BANVILLE

(El mar no necesita palabras, tan sólo hay que escuchar su sonido como poder redentor). 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Partir



A los que huyeron...



Partir...
El azul viaja fuera del tiempo
y algo se divide en dos mitades
tras rajar, tras separar una parte
de un todo.
Ponerse en camino
con la urgencia de
rodear ciudades para dar un paso.
El futuro es ahora
y las vidas que he tenido 
se amontonan en mí.
Siento vértigo al caminar entre tanta gente
sin la certeza de lo que he dejado atrás.
Escucho el rumor de la herida en los ríos,
el pasado late en mi interior
como un segundo corazón
al que le falta el aire.
A veces pienso como un piano desafinado
y mis palabras caen al mundo
como caen los árboles 
bajo la transparencia salvaje de la tormenta.
Ya sólo persiste la memoria donde 
el poema estuvo ardiendo.
Avanza la vida
en esa grieta entre el algodón 
y la fría zona del pecho.
Avanza despacio y
algo se queda fuera, 
tras dejar la luna atrás,
mientras escucho esa voz en "off" que me dice:
-¡Ahora estás solo contra el mundo!-
y siento su desproporcionada batalla.


viernes, 26 de junio de 2015

Sobre tiempos verbales


amar(te):

Primera persona singular
del futuro perfecto
de vivir.

domingo, 14 de junio de 2015

Feria del libro


















-Escribir un poema es intentar desatarse,
adivinar en qué mano está la moneda

-dije yo-. Tú mirabas
el sol igual que un fuego encima de la isla
y yo dije: -La poesía empieza
cuando ya has olvidado qué es lo que te asustaba
pero aún tienes miedo.

Yo veía
las torres blancas. Tú dijiste: -Es raro,
nos gustaría huir
pero nadie nos sigue.


Junto al agua,
partiendo nuestras vidas,
cortándonos las manos al coger los cristales,
tú dijiste: -La poesía es todo
lo que hay entre un disparo y el animal herido.

Parecías
tan lejos, tan a salvo
de ti y de mí;
distinta igual que siempre,
rota y vuelta a armar de una manera nueva.

El sol se fue. La noche
se acercaba y yo dije: -¿Recuerdas que jugábamos
a poner nuestros años
al lado de la Historia? Por ejemplo:
aprobaste Latín y Armstrong llegó a la luna...
Y tú dijiste: -El fuego
                                           de los días,
                                                                   la suma
de las horas,
las letras de "Armstrong llegó a la luna"...

Estábamos tan solos,
tan cansados,
como perros perdidos en medio de la lluvia,
como hombres mirando la noche desde una casa vacía.

Vi las últimas luces de la costa y el cielo
extraño encima de la playa. -A veces
-dije- no hay más que eso
y algún sitio donde ir pero ningún sitio donde quedarte
y palabras que son las piezas del abismo
y recuerdos igual que disparos en una diana.


Luego llegó la luz, el ruido azul
de la mañana,
mientras tú decías:
-Te di mi corazón y quisiste mis sueños,
te di mis sueños pero quisiste mi esperanza.
y yo dije: -Sí, es eso. Eso es todo:
una sola mujer y un millón de maneras de perderla.

Me miraste. Dijiste: -¿Y después? Y yo dije:
-Nada. Después no hay nada.
Después de eso
tenemos que estar juntos para siempre.


Nos quedamos callados,
junto al agua,
mientras la luz rompía el orden de la noche,
mientras el mar se estrellaba contra los nombres de las ciudades.
Mirando el sol sobre las torres blancas.
Cada uno observando su corazón moverse
lo mismo que un pez rojo en la oscuridad de un río.

La sombra de las torres se parecía a mi vida.

Cada uno protegido por su propio dolor,
como ángeles mirando una tormenta desde el fondo del cielo.


De "Todos nosotros" 1998 -BENJAMÍN PRADO


Benjamín Prado:

Ahora que se ha terminado la feria del libro sólo puedo decirte que fui el primero. Esperé diez minutos en la caseta de la Editorial Visor. Sentí en la piel el instante como el momento anterior de un todo. Luego apareciste y me hubiese gustado decirte que escucho el rugido de un león en tus poemas, que el fuego se parece a la tinta con la que escribes y que los ojos me arden bajo la potente luz de tus palabras, me hubieses gustado preguntarte cómo se puede ver en la oscuridad, cómo se descifran los códigos secretos que las palabras envuelven, cómo se puede ser más fuerte que el olvido, y sin embargo, sólo pude sonreír cuando me firmaste "Marea humana" . Te dije que Ecuador era mi favorito, tú fuiste agradable, me contaste algo sobre añadir nuevos poemas y reeditar, y con tus palabras sólo pude constatar una cosa: eres de carne y hueso. 

Recordaré esta feria del libro: el olor a papel, mi bici, la lectura en un jardín de primavera, buscar mi paraíso en el reverso de la caseta 85, volver atrás y pensar hacia delante, despeinar la zona, disfrutar de la ansiedad de la tarde, sentir el poema y el esplendor de su abrazo, suspirar.

domingo, 24 de mayo de 2015

Diseño de interiores



Escribimos un poema:

Yo sostengo el lápiz
como quien coge un martillo y una escuadra
para dibujar su esqueleto
y trazar las líneas de su aparato locomotor.

Tú sostienes el bolígrafo
como quien coge una flor de azahar
y creas su piel y le otorgas alma.

Luego acompasamos latidos
y nace el be(r)so. 

jueves, 21 de mayo de 2015

Puse un espejo en la luna para encontrarme contigo




Regresarán las olas al instante
y las luces a las ventanas.
Los pájaros abrirán sus alas
donde terminen las playas.
Subirán las mareas, crecerán los ríos,
habrá desiertos que parezcan atardeceres
y sueños demasiado azules
para que el invierno los comprenda

tus ojos se beberán la noche
si decidas parpadear.

viernes, 1 de mayo de 2015

Perdona que los aeropuertos me recuerden a ti...


Me pregunto porqué los aviones
 parecen tan distintos tras las despedidas.
Era de noche cuando las pantallas del destino
anunciaban mi llegada.
Recuerdo la ansiedad 
producida al viajar 
de un minuto a otro 
por las escaleras mecánicas 
de aquel aeropuerto.
Recuerdo que vi de lejos tus labios conté
 y un vestido celeste
sobre tu piel todavía bronceada.
Recuerdo que parecía verano y en tus ojos 
se dibujaba la urgencia
de apagar todos los incendios sin extinguir.
Recuerdo que subimos a tu coche
y nos desviamos por aquella carretera 
para llegar a aquel lugar 
en el que no cabían aviones 
entre tantas estrellas.
Luego recuerdo 
que pusimos dirección a tu cama: yo necesitaba 
contar las pecas de tu espalda
y tú caminar por los surcos de mi vida.
Recuerdo sentir tus dedos que abrían mi camisa
como quien abre una ventana 
para respirar aire puro
mientras yo despeinaba tu vestido
para encontrar la simetría de tus alas.
Recuerdo que nunca vi
una luna tan grande como aquella
ni un amanecer tan brillante 
como el de tu costado. 
Recuerdo tu ciudad encendida, sus tejados, el mar
nuestras horas por delante 
y la sensación de que 
no existía dolor que pudiese alcanzarnos.
Recuerdo tu casa
mi cepillo de dientes en tu vaso,
nuestra ropa como un paisaje de otoño 
sobre el linóleo de tu salón.
Recuerdo al atardecer,
mi horizonte doblado contra el tuyo,
nuestra risa, mis palabras, 
el gin tónic de después frente a las luces.
También recuerdo la mañana siguiente 
y el triste desamarre de los cuerpos 
al sentir la fiebre bajando
en el mercurio del reloj 
que dibujó nuestra despedida
como una pintura de la Bauhaus.
Y de nuevo aquel aeropuerto
lleno de escaleras mecánicas y trolleys.
Allí me perdí por sus pasillos 
igual que tú te perdiste 
por los laberintos de mi vida.

He de embarcar,
perdona que los aeropuertos me recuerden a ti...

domingo, 19 de abril de 2015

Elipsis


Tuvo que pasar el tiempo
desde que amé por última vez.
Tuvo que morir Florentino Ariza y Lauren Bacall
Robin Willians y parte de Whitman con él.
Salvatore Roncone en el Berlín de Lou Reed,
la voz de cigarrillos de Clint Eastwood ,
la Avellaneda sin tregua de Benedetti,
el Wilt de Tom Sharpe.
Entonces te volví a encontrar y
no supe que decir. Mis palabras
sonaban como un piano solitario
que prolongaba la tormenta,
las tuyas como la inflamable explosión de un cometa
frente a las aceras de mi conciencia.
Estabas unos años más cansada
y me contaste
que tus llaves abrían otras puertas.
Yo te conté que jamás
 fui más lejos que a ninguna parte,
que desde que te dejé marchar
busco cicatrices en los contornos
de una luna que me acompaña
en todas esas noches
que pretendo recordarte.
Luego comenzó a llover
 y tenías que irte.
"Sigues oliendo como los barcos mojados"
-dijiste antes de salir corriendo-
y yo me quedé bajo la lluvia
persiguiendo tu rastro que se escurría
en la urgencia de los cuerpos
suicidándose contra los relojes
hasta reparar en tu paraguas
que desde aquella perspectiva
se había hecho demasiado pequeño
para salvarme de este precipicio.

Berlin by Lou Reed on Grooveshark

domingo, 12 de abril de 2015

Diecisiete

Teníamos diecisiete. Era verano y, frente a un viejo almacén de pescado, entre canciones en acústico, cejillas, arreglos y confesiones celebrábamos improvisadas Jam Sessions que grabábamos en formato cassette.

N estaba loco por G y compuso una canción. Dijo que se la cantaría ese mismo sábado en la playa del pequeño astillero, bajo aquel puente metálico en el que jugábamos a dejarnos la vida en tres segundos. G  era la quinta esencia de la simetría. Una chica de ciudad cuyos ojos eran como un paisaje con fronteras azules que convertía en afortunados a todo aquellos que observaban su horizonte . No obstante, su destino era coleccionar corazones que solía llevar escondidos en su bolso de mimbre.

Los días del calendario eran una escusa para llegar al sábado. Y llegó el sábado para sentirnos otra vez dichosos y agradecer entre latas de cerveza, miradas cautivas y deseos al aire que la vida no nos había tratado mal y que, a fin de cuentas, la fortuna podría sonreírnos.
 
La tarde se iba apagando entre risas, nostalgia y cigarrillos. La luz atornillada del faro giraba, nos miraba con paciencia y todos éramos marineros de diecisiete pendientes de la lluvia de estrellas.

N, asesino de cuerdas y acordes inventados, con esa voz recién levantada de los sueños, cogió su vieja guitarra por el mástil. G le acompañaba mirándole con la luz con la que se mira a una tormenta. Juntos, decidieron alejarse de nosotros caminando a un lugar entre la playa y el corredor de la muerte.

Una vez solos, frente a frente, la música empezó a sonar como si naciese del suicidio, y las palabras brotaban, salvajes, como olas que chocan al fin contra las paredes de roca desgastada. Cada estrofa era un velero desamarrado del puerto, una espiral de gaviotas anunciando  la lluvia.

Al fin se hizo el silencio y los ojos de N eran como las secuelas de un maremoto sentimental, como un impulso de cadáveres en la marea, como aquellos muertos que terminan en una orilla cualquiera. G no fue parca en agradecimientos, palabras dulces, besos (en la mejilla) y abrazos. Jamás los abrazos hicieron tanto daño. Porque los abrazos, aún capaces de construir, también derriban ciudades e incluso pueden  quemar tanto como una hoguera perenne.

La oscuridad definitiva cayó, todo resultó aplastado por la noche. La alegría desvanecida, igual que las prisas, la confianza y las ilusiones. Todo había terminada y  N siguió sentado durante mucho rato en el lugar del naufragio. Luego abandonó el barco casi hundido pensando que quizás alguien que no fuese él se habría ido con ella cuando la fiesta terminó. 

Aquella noche llovía, y mientras los gotas de un mundo que se caía a pedazos descansaban muertas en los cristales, N caminaba de vuelta a casa con su guitarra rota, por encima del puente metálico, en las calles oscuras y vacías frente a las persianas de los bares todavía entreabiertas como las heridas. Hacía frío y estaba solo. 

Cuando los pocos que quedábamos decidimos abandonar la playa comenzó a llover con más fuerza. La virtualidad de los deseos inalcanzados retumbaba en el silencio de la lluvia como una repetición de derrotas. Aquellas noche todos sentimos como nuestra la valentía de N, y sin embargo, una sensación de alivio afloró entre nosotros, pues a pesar de tanta desdicha, un maleficio se había apoderado de nuestros procesos morales y en el fondo todos nos alegrábamos un poco del naufragio de N
"Ya otros habían caído" pensamos en voz alta mientras dábamos la conversación por finalizada. Quizás fue en ese instante cuando cada uno de nosotros, en su foro interno,  procedió a repasar las cualidades de su rol. Ensayar de forma mental las posibilidades de éxito frente a G conducía a la conclusión de que, posiblemente, cualquiera de los que estábamos allí perdería la batalla si alguna vez llegaba a producirse.




Diecisiete by Fabián on Grooveshark



 G  trabaja actualmente en los servicios jurídicos de una gran empresa. Un día nos encontramos frente a frente y, aunque algo castigada por el tiempo, el brillo de sus ojos mantenía ese oleaje que llevaba a todos los barcos al naufragio.

N desapareció, pero tiempo después supe que se dedicó a la música, y que su banda despuntaba por algunos escenario de Madrid. Su voz se parece mucho a la de Fabián

Toda esta historia, incluidas las iniciales, es real. 

domingo, 29 de marzo de 2015

Madrid neoyorquino

              
                                                                         Foto: Secretos de Madrid

Donde Madrid echa el ancla
cuando la noche y el día
son mitades del mismo calendario.
Donde la oscuridad
nunca conquista sus afueras.
Donde el movimiento es predicado
de todos los tiempos.
Donde terminan los pasos
y la vida derrota a todos los relojes.
Donde las luces brillantes
 bañan las orillas de asfalto
como brújulas encendidas
y las sirenas gritan: ¡Volved a casa!
Donde se dibujan los trazos del insomnio
mientras arden los pájaros derrotados
y los ángeles queman sus alas.
Donde mueren los acordeones
y las trompetas desafinadas gimen
para fecundar la noche a un ritmo lento.
Donde llueven títulos de crédito
 y crecen andamios en los párpados.
Donde los edificios son
como barcos varados
que habitan en un mar
de neones encendidos.
Donde caminan cuerpos
con la mirada perdida
que buscan en los límites del horizonte
la nostalgia de sí mismos.

No sé si será Broadway o Gran Vía
esta luna azul
donde nace la soledad,
pero yo soy la grieta
 bajo la que su luz traspasa.

Journey Into Melody by Stanley Turrentine on Grooveshark

jueves, 19 de marzo de 2015

Diáspora -Cristina Peri Rossi



Y el psiquiatra me preguntó...

Y el psiquiatra me preguntó:
-¿A qué asocia el nombre de Alejandra?-
El dulce nombre de Alejandra
el olor de los pinos y cipreses
casas rojas castillos medievales
una dama en el umbral
muebles púrpuras
la prodigiosa simetría de los parques
una hoja siempre en blanco
delante del ojo que acaricia
la falta de sonido
las lilas de los muros
un dolor enfermizo por casi todo
el muelle gris
las cosas que sólo existen en jardines
para decir cuyos nombres
es necesario empezar por Alejandra
la antigüedad de algunas piedras
respiración entrecortada
la dificultad
para hacer amigos,
en fin, medianoches fatales
en que todo nos falta
especialmente
un amigo
una amiga
inolvidables.


"Diáspora" 1976 (Cristina Peri Rossi)


Tiene muchas voces, muchas biografías, a veces recuerda a Bukowski y otras a Clarice Lispector con sus peripecias autobiográficas. Lírica, irónica, disparatada pero lúcida e ingeniosa, coloquial, varía su estilo en cada libro. Fue amiga de Cortázar y columnista en algunos periódicos, ganó algunos premios aunque dice que escribir es lo último que no haría en esta vida. 

Irreversible



¿Qué ocurriría si pudiésemos volver atrás? ¿Qué ocurriría si hubiese otra oportunidad para lanzar por la ventanilla todo lo que nos pesa? y ver como la piel se estira, frente al espejo, recupera su brillo y el marco malva de los ojos se apaga. Y los días de ceniza vuelven a sus ceniceros, marcha atrás, entre cuerpos que hacen pausas en los andenes; y el agua regresa a la atmósfera desde tus zapatos calados; y las lágrimas, remontando a contracorriente tus pómulos hasta evaporarse en tus retinas vacías. 

Los túneles se derrumban y crecen las montañas. Los contratos vuelven al cajón oscuro de dónde salieron, y la tinta de tus firmas al gris de sus bolígrafos. Y las cajas embaladas deshaciendo mudanzas, y los regalos empaquetados; y las entradas de conciertos, las  listas de la compra que nunca terminaron de llenar tu nevera vacía comienzan a cobrar vida desde los cubos de basura. Y desaparece la niebla: los enfermos abandonan los hospitales, los barcos varados vuelven a faenar, los aviones regresan a las pistas de aterrizaje y los trenes a las estaciones. Las despedidas ahora son encuentros.

¿Y yo? Algunos días pierdo la conciencia pensando en como sería una oportunidad. Tres días sin que flote tu distorsionada imagen dentro de mí mientras me descubro llorando frente a un poema que dice "la memoria es un error del olvido". Los recuerdos hielan mis noches, a veces, pues he aprendido a vivir con un iceberg bajo la piel. Las horas descienden como un alud por la pista nevada de los días. Llego del trabajo y mi casa, nuestra casa, parece la galería de arte de un amor perdido. En la entrada tu fotografía: ese imagen cada vez más lejana que arde en mi conciencia. Tu recuerdo cosido a mis noches. Hay detalles que se olvidan y reaparecen en el mercurio de mi delirio. 


El televisor dispara imágenes y sonidos lejanos que se desvanecen por la casa: que importa Grecia y Ucrania si tú no estás aquí. Descubrí que te amaba pera era demasiado tarde. Visualice todos los fotogramas velados en el cinema de nosotros, le puse apellidos a los hijos que nunca tendremos, quizás hubiese podido entregarte las llaves para abrir las puertas de ese bosque en el que estuviste perdida. 


También hubo cines, restaurantes, supermercados. Otra piel y otros nombres constataron que fuiste verdad. Decidí viajar a otros lugares en los que nunca fui capaz de quedarme. Lloré en cada uno de los rincones de nuestra vida. Huí en dirección contraria a las respuestas y descubrí que el silencio es igual en todas las ciudades. 


Los amigos me escucharon un tiempo pero se marcharon deprisa. Estuve triste y luego aburrido. Tuve insomnio y depresión. Leí muchos libros: algunos malos y otros buenos. El espejo me devolvía cada día todas las heridas. 


También pasé un tiempo con tus padres, esos que nunca supieron nada de nosotros y que jamás se acercaron a los oscuros territorios de la verdad. Al principio me adoptaron como a un hijo y durante tres meses dormí en tu habitación de niña, luego trabajé para crear distancia como quien trabaja en una celda para escapar. En tu entierro algunos conocidos me dieron el pésame aunque jamás vestí de negro. Tengo frío en los brazos cuando visito tu tumba y el otro día sentí vértigo al adelantar a un coche fúnebre. Declaré en comisaria y describí los hechos, aunque omití algunos detalles.


Aquel día a nadie le importaba nada, las escaleras mecánicas subían y bajaban y, un remolino de codos, zapatos y puertas mantenía el ritmo que trazaban las líneas de la fatiga, la velocidad y la vorágine, la caótica fiebre de los lunes, el ritmo frenético de un saxo alto desafinado. En las pantallas la caligrafía de los destinos que una voz en off se encargaba de anunciar: el servicio restablecido excepto en tu andén, aquel anden en el que todavía mis palabras ardían en tu cuerpo como un bosque en llamas. 


-¡Atrás! -decían los de seguridad incapaces de evitar la curiosidad que produce la muerte. 


 Llevabas el dolor lacrado en tus ojos. La palabra adiós palpitaba en tu pecho como una quemadura blanca. No lo sabía nadie, no se le pensábamos contar a nadie, o al menos de momento. Habíamos hablado sobre darnos un tiempo, un tiempo definitivo, y aunque nunca te hablé de una segunda oportunidad, hubiese dado lo que fuese por habértela ofrecido pero ya era demasiado tarde. Ya era demasiado tarde cuando reinaba el olor a goma quemada, el olor a química, a sangre seca mientras sonaban los gritos, el murmullo, la ansiedad. Tu cuerpo partido en pedazos bajo el círculo deslumbrante de un hospital de campaña. Duró unos segundos, unos segundos fue la distancia. Duró unos segundos tu viaje. Las estrellas se confundieron con el frenazo de la locomotora. El cielo se alejó de ti al menos un metro.   

Fue en aquella cuerda floja donde el destino de tu muerte y el origen de mi pena se buscaban.  Pudiste decidir no hacerlo, pudiste dejarlo pasar mientras estabas en aquel anden, pudiste dar un paso atrás en aquel precipicio y, sin embargo, te lanzaste a las vías frente a mí. Y yo ahora me hago las mismas preguntas, cada noche, día tras día: ¿Qué ocurriría si pudiésemos volver atrás? ¿Qué ocurriría si pudiésemos recuperar el pasado?¿Qué ocurriría si hubiese otra oportunidad?


(Todos las semanas, unos pocos y yo, nos reunimos en una librería de Malasaña. Creamos textos, a veces desgarradores y, otras veces, disparatados. Este es uno de mis trabajos en el que he llevado al límite ideas y fragmentos de otros textos que ya había escrito).