sábado, 31 de marzo de 2012

Viaje a la primavera


Escapé de marzo. Abandoné el invierno mientras la nieve tintaba de blanco mi equipaje de mano. Me escondí de las infecciones respiratorias. Cambié mi caja de pastillas por una cámara nueva que hace fotos viejas. Sobrevolé Zurriola y Burdeos, y la torre Eiffel brillando como los diamantes de Amberes.

Amanecí en un hotel barato, frente a una marquesina y tres tranvías, rayando el asfalto, hacia el centro de una ciudad que recordaba a otras excepto la mía. Es fácil encontrar pequeñas diferencias que se hacen enormes cuando recuerdas con los cinco sentidos, y cierras los ojos, y te viene el sabor a la boca.

Aparté las prisas de mi camino. Cambié el cercanías por un barco, y el coche por una bicicleta vieja, con una cesta de madera, para transportar tulipanes y algunos quesos, cruzando puentes por encima de tu vientre bañado por el océano.

Morí atropellado por vehículos de dos ruedas. Resucité con la brisa mecida en espiral, viajando por una libertad sin frenos, sin cerrojos y sin cortinas, dejando ver estanterías con libros, cuadros sobre papel pintado y documentos sobre mesas decoradas con jarrones y flores frescas.

Los atardeceres rojos se reflejaban en espejos dorados, con maniquís ofreciendo amores de saldo frente a terrazas con Amstel y Jupiter, escuchando jazz sobre piedras con trompetas y contrabajo. La gente soñando, sin ataduras, desnudando la noche estrellada al final de los días, con bombillas en los canales, trípodes en dirección a la luna, pensamientos en dirección a los sueños, y  la calma, por fin, presidiendo mi vida...


*Por una vez he de decir que las fotos son mías.

Stay Out Of Trouble by Kings of Convenience on Grooveshark

martes, 20 de marzo de 2012

Cruzar el océano.

"Cuando uno espera junto a cientos de personas, que el semáforo cambie y ve las docenas de transeúntes que aguardan también en la acera de enfrente,  piensa que el choque entre los dos ejércitos dejará innumerables heridos o muertos sobre la calzada. Pero la verdad es que cuando el semáforo cambia a verde y las multitudes de uno y otro lado se ponen en marcha, sucede un milagro inexplicable, y es que en el momento de encontrarse, en vez de chocar, los viandantes se entretejen como átomos programados, o como hilos de un telar, formando por un instante un tapiz homogéneo que se hace para luego deshilacharse, como una instalación efímera, que se repite en bucle a lo largo del día".

Tokyo - Dancing on Shibuya crossing from *jacko unltd. on Vimeo.

Parrafo recogido de "El país semanal-Juan Jose Millás". (Vidas Al límite). 

sábado, 10 de marzo de 2012

Piercing-Ryu Murakami


"Con cuidado de no pincharse el dedo, sacó el punzón para hielo del bolsillo. Cerró la mano derecha alrededor del mango y con la izquierda retiró cuidadosamente la manta del bebé".

Con esta tarjeta de presentación, no esperéis encontrar un texto demasiado amable del otro Murakami. Autor que ya nos había dejado tocados en su momento, con esa historia tan decadente y sexualmente violenta, que nos hizo enrojecer en la red de transportes de esta ciudad, llamada Azul casi transparente.

Entre los personajes oscuros de Kanzaburo Oé y las pesadillas de David Lynch o la película de Jaime Rosales "Las horas del día", se encuentra Piercing, una versión a la japonesa del origen de la crueldad, de la violencia controlada con aplomo, el desdoblamiento de la personalidad, la sed de dolor. Un festín, algo gore, que estudia los motivos del crimen, cuyas causas vienen de tan lejos como las huellas de la infancia. 

Un libro escrito sin piedad, elegante, bien resuelto. Una historia narrada excepcionalmente, sin estridencias, que genera tensión por llegar al final, a veces ganas de taparse los ojos. Pero con seguridad, engancha de forma increíble. 

Incuestionable, alta literatura.

Misrata Calling-Aberto Arce

"Un hombre con barba le saca brillo al proyectil de un RPG. Se cubre la cara con un pañuelo, grita "Alá es grande", y procede a lanzarlo. Me pego al suelo en una esquina, enfoco, y en cuestión de segundos comienzan a dispararnos a nosotros. Siento el temblor de la pared de cemento y las balas golpeando a centímetros de mi. Me limito a arrastrarme hacia atrás para alejarme de los cañones que van a disparar inmediatamente, aguantando la cámara y tapándome los oídos al mismo tiempo para no quedarme sordo. Para evitar que la onda expansiva me reviente el tímpano, abro la boca con la misma fuerza que si estuviera sentado en el sillón del dentista".

Así se siente Alberto Arce, un freelance del periodismo que se considera mercenario, prepotente, algo exagerado, aventurero, acomplejado, asmático compulsivo, resentido y romántico de lo que nunca sucedió. Un periodista que aprecia la verdad tanto como desprecia su propia vida.

Decidió subirse a un barco pesquero, vía Malta, rumbo a Misrata, escenario de los acontecimientos más violentos de la sublevación de los rebeldes Libios contras las tropas de Gadafi. Una vez allí, es recibido por un improvisado ejército: un puñado de jóvenes, antes comerciantes, obreros de las fábricas, de los talleres, o estudiantes que quieren cambiar la historia de Libia, convirtiendo las protestas populares de las calles de Bengasi, en Guerra Santa. En nombre de Alá, los combatientes se crecen ante las cámaras, y lo que antes eran cócteles molotov ahora son disparos de algunas "kalashnikov", un puñado de granadas, y unos pocos proyectiles de largo alcance, necesarios  para conquistar en varios frentes, los puntos estratégicos de Misrata, en su camino hacia Trípoli, rumbo a  la democracia.

Compartiendo ronquidos, morteros, espaguetis con salsa picante, en un colegio entre ordenadores portátiles conectados día y noche a Twitter, Facebook y otras redes sociales, que actualizan al segundo la revolución. Entre hip hop árabe, y triviales conversaciones sobre fútbol, el frente, es un trabajo con plus de peligrosidad en jornadas de ocho horas, y la guerra, una realidad compleja, cuyos matices son casi imposibles de captar ante el peligro. Pero dichos matices, apenas interesan en otros lugares, en otras vidas, lejos. Sólo las imágenes más violentas en primer plano venden y entretienen a gente sentada cómodamente en sofás orejeros, que hacen la revolución desde sus casas. Apenas un minuto de esas imágenes le sirve a Alberto Arce para pagar varios meses de alquiler. 

Vivir pegado a la muerte es su destino, entre explosiones, fuegos artificiales, horizontes de gasolina y cohetes desvanecidos, incendios y flores marchitas. Así es la guerra, entre cárceles, despiadadas estrategias,      rabia contenida, despilfarro de adrenalina, destrucción masiva, daños colaterales. No existe población civil, sino seres humanos que lo pierden todo por la paz del futuro, ante la atenta mirada desde lo alto, desde los aviones de la ONU,  que no se involucran lo suficiente.

El final de la historia, lo vimos más tarde, cuando nos dimos cuenta, que hasta los enemigos más despiadados, parecen muñecos de trapo cuando les alcanza la muerte. 

Interesante libro, que puede completarse con las fotos de la expo que se inaugura este fin de semana, en Tabacalera, de Gervasio Sánchez y su Antología de fotos de guerra.


MISRATA, VENCER O MORIR from EL VIENTO PRODUCCIONES on Vimeo.



sábado, 3 de marzo de 2012

Epidemia




Un virus está en el aire.
Un soplido de grises vestidos de azul,
caminando en procesión,
peregrinos de la muerte.

Quedó mi tos rasgada.
Vomité lo bello,
luciérnagas,
que encontraban en mi alma 
su refugio.

Estornudé sueños,
falsificaciones del recuerdo, 
motas de polvo
en viejos papeles
embalados en cajas 
de mi sótano oscuro. 

Lloré en seco
sobre mis huesos.
Tuve fiebre.
Me quedé sin fuerzas,
sudando toda la pena de este mundo.

Devastados mis mecanismos de defensa,
el viento alejó lo bueno,
sacudiendo mi cuerpo
con su onda expansiva.

Mi voz quebrada, 
destruida, 
gutural,
como Leonard Cohen gritando:
 they locked up the wrong man.
como el fantasma del delirio, la secuela del vivir.



Famous Blue Raincoat by Cohen, Leonard on Grooveshark