martes, 28 de agosto de 2012

Poema de vapor...

Cuántas ganas de darte mi corazón de barro, 
mis desplegadas alas de papel pinocho.
O cosas más sencillas: una copa de vino,
las señas de mi casa, un trozo de mi cama.

Y mañana, café al despertarnos y este poema
dibujado en el espejo empañado del baño.

Poema de vapor
Pedro Andreu.

(..) Sus palabras son vapor de cristal. Y se deja el alma cuando escribe en los espejos...

lunes, 27 de agosto de 2012

El hombre que quiso matarme- Shuichi Yoshida

A veces, después de leer de forma encadenada dos o tres libros que no terminan de convencerte, quizá porque la historia no llegue hasta ti, o porque has terminado infinitamente más perdido que comenzaste, te diriges a la librería más cercana en busca de una novela para desengrasar. No necesitas nada especial, tan sólo una historia amable. Entonces comienzas a mirar por las estanterías, en la sección de novedades, en el apartado de libros recomendados, en la lista de los más vendidos. Vas a la busca y captura de un autor que no conoces. De repente tu mirada desciende, hasta aterrizar en una portada que te resulta extrañamente atractiva, lees por la parte de atrás, y decides apostar por ese autor.

Yo aposté hace poco por Shuichi Yoshida. Por detrás leí: ¿es Yoshida el Steig Larsson japonés? Entonces, continué leyendo y me adentré en una historias de asesinatos, investigaciones, víctimas, culpables en el trasfondo de un Japón espectral. Aunque,¡¡¡cuidado!!! a veces, de forma desacertada, el texto de las contraportadas puede traicionarte, y desgraciadamente, si lees demasiado, tal vez la historia acabe relativamente destripada.

(..)La carretera del eco, que cubre el trayecto entre Nagasaki y Fukuoka, se empezó a construir en 1979, la espesa vegetación que crece a ambos lados y cubre la carretera la convierten en un lugar lúgubre, incluso de día, y de noche, sea cual sea la velocidad a la que vayas, te sientes inquieto, como si estuvieses recorriendo un sendero de montaña con la única luz de una linterna.

Tiene todos los ingredientes de la novela negra: asesinatos, intriga, giros inesperados. También todos los ingredientes de la novela Japonesa: sensualidad, mezcla de salvaje y delicado, sensibilidad al detalle, la mezcla de la tradición con la sociedad  ultra moderna.

Me gusta el ritmo de la novela, la construcción de los personajes a través de una impactante y minuciosa exploración de las vidas de víctima y asesino, y como se tratan otras constantes de la literatura como la soledad, la mentira, o la distancia entre la realidad y el deseo.

Una historia contada con precisión y elegancia, una dosis de esa literatura japonesa que tantas sensaciones produce. Llevada a la gran pantalla. Me ha enganchado totalmente.

(...)Mitsuyo se acercó al faro, se asomó por encima de la cadena que servía de barandilla y echó un vistazo al mar que rugía a los pies del profundo acantilado. Las altas olas chocaban contra las rocas como si quisieran pulirlas.

El año anterior, el día de nochevieja, eran más de las seis cuando salió del trabajo. Sin saber que hacer, Mitsuyo cogió la bicicleta y fue a un centro comercial abierto 24 horas. El enorme aparcamiento estaba abarrotado de coches y en el interior del centro había muchas familias con sus mejores galas. Sin buscar nada en concreto, Mitsuyo entró en una librería. En el interior había un expositor con los libros más vendidos. Cogió una novela, pero cuando pensó que volvería al trabajo al día siguiente le resulto demasiado pesada. Salió de la librería y entro en una tienda de discos, cogió en single de Sakurazaka que solía sonar en la librería como música ambiental. Estuvo un rato pensando en comprarlo, y, al final, lo dejó de nuevo en el estante. Echó un vistazo a la calle desde la ventana de la tienda de discos. Vio su bicicleta en cuyo cesto alguien había dejado una lata vacía. Los ojos se le nublaron. Entonces se dio cuenta de que estaba llorando.

martes, 21 de agosto de 2012

Pájaros ciegos....de nuevo.



Hoy he vuelto a salir de casa sin lentillas, y me he acordado de este fragmento que escribí la ultima vez que ésto me ocurrió, más o menos el verano pasado.

Tardó unos segundos en darse cuenta, ese día su cerebro recibía las ondas acústicas con más intensidad que otras veces: primero el golpe seco de la puerta al cerrarse, luego el eco de sus piernas bajando por las escaleras hasta llegar al portal, y allí, el persistente sonido de la instalación de la luz, como si un montón de insectos viviesen alojados en el cuarto de contadores. Consiguió distinguir una canción demasiado dulce sonando en la distancia, el crujido de las ramas de un árbol que el viento despeinaba, algún pájaro contando historias, algún perro ladrando, algunos coches rugiendo, un bebé llorando a gritos pidiendo ser amamantado.

Entonces se percató. No llevaba puestas sus lentes de contacto, con las que por lo habitual caminaba lo suficientemente desconfiado, como para no tomar ningún tipo de precaución específica. Pero ahora, alerta, las carencias de su capacidad ocular debían ser suplidas por la imaginación.

Durante un instante percibió el mundo como un ente desenfocado. Las personas tan sólo eran imágenes borrosas, manchas de colores, predominantemente rojas, azules y verdes. Da igual si eran hombres, mujeres, verdugos, poetas, turistas extranjeros, vendedores ambulantes de cerveza y comida china, rubias con gafas de sol y bolsas de Zara. Todos eran seres de rostro plano, como esculturas románicas. Idénticos, como si sólo existiese un mismo patrón adoptando formas semejantes.

Descubrió también que las escenas cotidianas habían perdido la naturalidad con la que estaban concebidas para convertirse en escenas cargadas de automatismo. Los besos, los abrazos parecían actos mecánicos que carecían de sentido. Casi nadie se rozaba. Sin contacto, las personas se movían lo adecuadamente posible para conquistar espacios vacíos. Había demasiados caminos, demasiadas opciones, pero la mayoría escogían caminar por el mismo lugar. A medida que sus ojos se adecuaban a las carencias, su mirada le empezaba a jugar malas pasadas, como espejismos. Las sombras eran manifestaciones mentales de imágenes relacionadas con la realidad, que surgían involuntariamente de la nada, desplegándose con libertad en algún lugar de la frontera entre sueños y recuerdos.


Mientras caminaba haciendo el recorrido de siempre, sus ojos fueron adaptándose a la luz de las calles, extrañamente conocidas, teñidas del color grisáceo de las aceras. Los estímulos luminosos eran ingredientes ligeros con los que interpretar el entorno. Habían llegado a un grado de visión casi óptima, en la que sus ojos únicamente eran incapaces de filtrar los matices de las cosas. Igual que la vejez o las cicatrices de la madurez, la belleza era desconocida, aunque percibía su sentimiento, algo parecido a una sensación placentera que tenía que ver quizá con la simetría.

Subió al autobús, era el numero 521. Por la ventanilla descubrió el reflejo borroso del movimiento, también observó que había manchas en los cristales de aquellos que tal vez horas atrás, habían apoyado sus cabezas todavía húmedas para recibir el día con un sueño. Finalmente recuperó la visión. Algo le despertó en caso de que en realidad todo hubiese sido un sueño. Tuvo miedo al ver su propia imagen en los cristales. Algo era distinto. No eran sus facciones angulosas, no eran sus enormes ojos hundidos que trabajaban a marchas forzadas, no era su pelo revuelto, ni su ancha nariz, era algo que le recordaba a sí mismo: estaba recién afeitado.

FOTO: ARTUROCANCINO


domingo, 19 de agosto de 2012

Gran father




Hace no demasiado tiempo hice un viaje al pasado. Había en la playa un abuelo con su nieto en un lugar cerca del mismo centro de la luz. De repente lo sentí como mio, fue como si durante unos segundos estuviésemos juntos. Juntos mi abuelo y yo, en aquellos tiempos en los que el verano no terminaba, cuando el mundo era firme, y las cosas tenían definición y contornos. 

Mientras jugábamos a tantas cosas, en la orilla del mar, la vida era verdad y todo estaba por hacer. La marea, que todavía gobernaba el mundo, solía destruir nuestros castillos de arena,  entonces jugábamos al bádminton, entre bocadillos de chocolate y helados como naves espaciales o vampiros. A veces, con el mar en los ojos, me contaba historias en las que sólo existía la introducción y el desenlace; el desarrollo se lo inventaba él, y nunca se lo contaba a los demás. 

Aún recuerdo sus frases para cada momento: expresión de cada circunstancia; o sus aventuras, entre pájaros y sueños, sus escenas de bicicletas, o su moto roja como la mercromina y las heridas; o su casa (nuestra casa) llena de trastos, balones de fútbol, viejas maletas y pedazos de verano y navidad sobre un suelo de ajedrez. Cocinaba migas de pan tan viejo como él, con sardinas que yo (a escondidas) quitaba de mi plato, y que, en un pacto tácito y secreto, se acumulaban en el suyo.

 Tenía la mirada alta y serena, y me hablaba siempre despacio en dirección a mis ojos. Era un mago que arrancaba caramelos de mi nariz o alguna moneda con la cara joven de un rey, que ahora se cae al suelo. Me gustaba ver como se afeitaba, entre emisoras antiguas y canciones de verano, y como el olor del after shave, esencia de pino y cigarrillos, invadía la casa y los recuerdos de toda una vida. Soñábamos que las mañanas eran ciertas, porque nunca había estado tan conforme, tan seguro de que la alegría era algo auténtico.

Un día, mientras dormía, un sonido entró en mi cuarto, me desperté en mitad de la noche,y había mucha luz en casa, por el pasillo un ir y venir de pasos apresurados, un murmullo lento de lamentos, llantos y susurros. Sin duda algo extraño ocurría y grité llamando a mi madre con insistencia, entonces me levanté, y mi padre estaba en la puerta de casa, llorando, con el anillo puesto de mi abuelo.

Hoy, que no existe ayer, ni presente, ni mañana, sólo esta extraña pendiente por la que bajamos entre la niebla. Ahora, que ni las cámaras se fabrican para detener el instante, ni siquiera para prolongar la mirada, repaso la fotografía de una playa ya desenfocada, consciente de que éste, es el recuerdo más nítido que guardo de mi abuelo.

*Me alegra decir que la foto también es mía.

sábado, 18 de agosto de 2012

Let's get lost-Chet Baker

 Conduce un descapotable por las calles de L.A. La lluvía despeinando su flequillo. Sonando Dizzy Gillespie, mientras su mirado perdida se detiene en los semáforos. Tiene la voz suave y cansada como quien termina de hacer el amor y besa dulcemente un cigarrillo, aunque intensa, como si por alguna extraña razón cada frase fuese una despedida.

Dicen que let's get lost es uno de los mejores documentales musicales de la historia. En pocos fotogramas me rencontré con el concepto de fotogénico y carismático. Chet baker fue un tipo atractivo y conquistador, se entendía con la cámara a la perfección, hasta que la vida salvaje le fue atropellando poco a poco. 

Curiosamente, vi esta película justo después de en la cuerda floja de James Mangold, sobre Johnny Cash. Ahora, irremediablemente, cuando suena la trompeta de Baker, me da la impresión de que, de un momento a otro, va a entrar en escena la voz oscura, como la noche,de Johnny Cash, el hombre de negro.

Los dos personajes tuvieron la mirada intensa. Ambos tocaban con urgencia, por necesidad, como quien se busca arrancando los sonidos rotos del alma. Los dos perdieron el norte(y el sur) en una botella, mezclada, por supuesto, con algo un poco más fuerte. Ambos tuvieron una infancia difícil y un padre que no les quiso.

Amante de los libertad, de la seducción, de las drogas, que según dicen le trajeron algún que otro grave problema, cuando unos matones le obligaron a comprarse una dentadura nueva. Pero sobre todo fue amante del jazz. Tocaba la trompeta por instinto, sin partituras, y también cantaba por instinto, con la voz triste, nostálgica, encadenando frases, con las que construyó un universo personal, capaz de arañar la esencia de la melancolía humana. 


I Fall In Love To Easily by Chet Baker on Grooveshark

sábado, 11 de agosto de 2012

BEIRUT-The rip tide


Hijos adoptivos de Santa Fe, se pasean por el mundo sonoro con su música: una mezcla de pop y folk con instrumentos de la Europa del este, o ritmos de la música francesa hasta llegar a la frontera mexicana. Sus vídeos son bastante divertidos, ideales cuando recurres a la música para superar los días. Yo estoy bastante enganchado a su último disco The rip tide. Dentro de su vagabundeo de géneros y estilos estuvieron mostrando su melancólicos temas hace poco en España, en el primavera Sound.

Beirut - Santa Fe (Official Music Video) from Monkey D. Luffy on Vimeo.

Un momento de descanso-Orejudo

Un momento de descanso es uno de los libros que recomienda la biblioteca municipal, para leer sin más compromiso que pasar un tiempo entretenido en algún lugar despajado de rutinas, allí dónde disfrutar significa leer sin prisas . Conocí a Orejudo con su libro "ventajas de viajar en tren", una historia simpática, sin fisuras, y un poco escatológica también. 

Los libros de  Orejudo,con este estilo peculiar, me recuerda muchas veces a Juan José Millas y las excentricidades de tonto,muerto,bastardo e invisibleo a la metafísica de las Nocillas de Agustín Fernández  Mallo.

En sus libros no importa demasiado la historia, lo que de verdad consigue dejarte enganchado a cada página es esa forma tan disparatada de contar las cosas, esa excentricidad tan auténtica de sus palabras con las que adquiere una identidad propia, ese signo de personalidad que es  tan difícil de conseguir en cualquier disciplina artística.

Un momento de descanso es una  especie de autoficción delirante en la que se desmoronan las certezas, una crítica irónica a la familia y al matrimonio, a la educación universitaria. Una retrospectiva a otra época, a otra vida en el extranjero, un pequeño thriller en el que se intenta desenmascarar la raíces de una vieja y permanente conspiración.

Una novela simplemente entretenida, la cuarta novela de Orejudo, uno de los narradores más divertidos de su generación.

jueves, 2 de agosto de 2012

La ciudad es como un cuadro de Hopper.


Ahora que el verano desaparece de la piel en siete lavados, y la playa es un escenario desmontado. Ahora que los espejos sólo reflejan perspectiva y periferia. Ahora que la vida es el inventario de una vieja maleta que regresa convertida únicamente en peso: la unidad de medida del recuerdoAhora que me conozco un poco menos y nuestros destinos los escogen otrosAhora que vuelvo a pasear por los callejonesAhora que el sol acaricia a unos pocos, y abrasa a casi todos. Ahora que  duermo con las ventanas abiertas como heridas, mientras la ciudad muere desenchufada, cuando disminuye el día. Ahora que las fotografías apenas detienen la metástasis del olvido, y Madrid es un cuadro de Hopper. Ahora que vuelvo a pertenecer a las cosas que no me pertenecen. Ahora...te escribo...y mientras viajo por el camino que va de mi boca al mundo, el cuello se me llena de lágrimas, y me arranco de la memoria los telediarios, las catástrofes financieras, las injusticias y las camas vacías.

Y  te busco hasta descubrir una isla en la luna: un trozo de tus ojos, la mitad de tu mirada, tus barrotes fríos, los sentimientos encarcelados.

In The Wee Small Hours Of The Morning by Gerry Mulligan on Grooveshark