domingo, 28 de octubre de 2012

Ampliación del campo de batalla- Houellebecq


[....]Por lo general no veo a nadie los fines de semana. Me quedo en casa, ordeno un poco; me deprimo amablemente. Sin embargo, este sábado, entre las ocho y las once tiene lugar un momento social. Voy a cenar con un amigo sacerdote a un restaurante mexicano. El restaurante es bueno; por ese lado no hay ningún problema. Pero mi amigo ¿Sigue siendo mi amigo? Estudiamos juntos; teníamos veinte años. Gente muy joven. Ahora tenemos treinta. 

Me como una torta de frijoles y Jean-Pierre Buvet me habla de sexualidad. Según él, el interés que nuestra sociedad finge experimentar por el erotismo ( a través de la publicidad, las revistas, los medios de comunicación en general) es totalmente ficticio. A la mayoría de la gente, en realidad, le aburre enseguida el tema: pero fingen lo contrario a causa de una estrafalaria hipocresía al revés. 

Necesitamos la aventura y el erotismo, porque necesitamos oírnos repetir que la vida es maravillosa y excitante, y está claro que sobre esto tenemos ciertas dudas. Tengo la impresión de que me considera un símbolo perteneciente a ese agotamiento vital. Nada de sexualidad, nada de ambición; en realidad, nada de distracciones tampoco. No sé qué contestarle; tengo la impresión de que todo el mundo es un poco así. Me considero un tipo normal. Bueno, puede que no exactamente, pero ¿Quién lo es exactamente? Digamos que soy normal al 80%. Por decir algo, observo que en nuestros días todo el mundo tiene forzosamente la impresión, en un momento u otro de su vida, de ser un fracasado. Ahí estamos de acuerdo.

Hijo de una hippie de la revolución sexual en Francia en el 68, que le abandonó en casa de su abuela, y con unos profundos traumas infantiles por culpa de la crueldad de los niños con los obesos, Michel Houllebecq, es un autor controvertido, de los que gustan mucho o son odiados visceralmente. Su obra, prolongación de su mundo real, tiene cierta obsesión por las miserias afectivas del hombre contemporáneo en un mundo enfermo y neurótico. Le han tachado de misógino, pornógrafo decadente, incluso xenófobo tras ser denunciado por varias agrupaciones islámicas y derechos humanos.

De momento, no sé de que lado estoy en su campo de batalla. Pero sé, que someterse a sus libros, teniendo en cuenta tanto enfrentamiento critico entre sus incondicionales y sus detractores, es dificil. Pero no cabe duda de que en pocas páginas engancha (y mucho), y su manera tan brillante de narrar y analizar el entorno, por muy disparatadas que puedan creerse sus ideas convence, e incuestionablemente, hay que considerarlo uno de los grandes de la literatura. Hace poco, ha publicado un libro de poemas que estoy deseando leer.

sábado, 20 de octubre de 2012

Mirando al cielo de los perros...


Con la misma esperanza vimos, una a una, envejecer colinas. Sobrevivimos al mar dejando seis huellas a cada paso. Explosiones también hubo que nos hicieron daño. Tu pequeño cuerpo fue ovillo frente al ventilador de la nevera, y yo apoyaba mi cabeza en tu espalda, y te contaba historias acariciando tu pelaje con mis manos todavía mojadas del fregadero.

Aprendí a vigilar tu respiración, tus sueños, pero la madrugada nos cogió desprevenidos. La noche era pánico, frenazos urgentes, motores rugiendo de dolor en calles mal iluminadas, y coches mal aparcados, y frío, demasiado frío para comienzos de otoño. Tú no caminabas y te cogí en brazos, para buscar refugio en aquel lugar que olía a química y a muerte.

Tumbada, con el alma que iba y venía, y la mirada perdida, acaricié con los dedos tu cara que ya es recuerdo. Y tus ojos, un destello sin luz suficiente como para perseguir mis movimientos desordenados, apenas miraban. Te dejabas hacer, inerte como un muñeco sin cuerda. Pero tuviste fuerza para levantar la cabeza y, usando esa voz que sólo utilizo cuando hablo contigo, te pregunté: ¿nos vamos a casa? Y contestaste que querías quedarte allí, mientras la vida se acercaba y huía como una bombilla a punto de fundirse. 

El silencio te buscaba. La oscuridad se hizo. Y desde entonces no ha parado de llover, y las noches me queman de frío mientras te invoco, te reclamo, te siento y retorna tu imagen. Y cada minuto es un minúsculo adiós. Y los días son un vacío entre instantes que recuerdo como nuestros. Y me abandono al dolor, con el rictus todavía descompuesto en moléculas de agua y sufrimiento, y me estremezco cuando el olor de tus cosas impregna mis manos, y mi cocina está ausente de ti, y mi nevera vacía. Y el futuro me hiela los brazos cuando pienso que envejecí diez años en pocos días.

Las partículas de tiempo se sucederán,  a la vez que perdemos la memoria, cuando el olvido, definitivamente te lleve, y estemos acercándonos. Y los árboles crecerán y les cortarán sus ramas y volverán a crecer. Y tu recuerdo dejará de ser un dardo certero, porque nunca has muerto, lo sé,  te adelantaste sólo para esperarnos en la cara oculta de la luna.

A Xila, mirando al cielo de los perros: Descansa en paz.

domingo, 14 de octubre de 2012

Futile devices..


Un día, cansado de ser huérfano de patria y escribir cartas sin remitente, discutirás acaloradamente con la vida. Le preguntarás porqué se empeña en hacerte planes distintos. Amenazarás con abandonar este país de ceniza, con dejar atrás un pasado de insomnio en los andenes, de lluvia contenida, de ideas estériles para soluciones asépticas.

Pensarás en arrancarte las balas del desencanto. Cambiarte de piel en las gasolineras. Querrás huir a un lugar, cuyo nombre encontrarás en un poema, con aliento de mar salpicando tus retinas. Y mientras recorras la orilla desdichada de la noche, la luna, testigo de suicidas, observará tu viaje de vuelta.

Y cuando al fin creas que has conseguido trazar, con el bolígrafo destintado que llevas en el bolsillo, algo parecido a un plan: esa especie de idea promiscua de libertad que llevas dentro, estarás amarrado a una hipoteca; y serás aspirante a mil eurista; y cambiarás de piso; y dejarás de soñar en la ventana del salón de tus padres, cuando te quedes solo, y su casa sea para ti.

Futile Devices by Sufjan Stevens on Grooveshark

El horizonte de Modiano

"Muchos años después, se vió otra vez por casualidad en aquella calle Bleue y una idea lo dejó clavado en el suelo: ¿podemos estar realmente seguros de que las palabras que dos personas han cruzado durante su primer encuentro se hayan desvanecido en la nada como si nunca las hubiera pronunciado nadie? ¿Y ese susurro de voces, esas conversaciones telefónicas desde hace alrededor de cien años? ¿Esos miles de palabras cuchicheadas al oído? ¿Todos esos jirones de frases tan intrascendentes que están condenadas al olvido?"

Modiano ha creado un estilo propio llamado "Modianesco", que trata al recuerdo como un mundo propio que singulariza su literatura. El recuerdo es una respiración lenta e hipnótica, un túnel tenebroso y sombrío,  sin visibilidad, entre el barranco, la autopista o el callejón del desaliento.


Descubrí al autor francés en El horizonte, y debo decir que lo he leído con interés, sabedor de que sus historias quizá no lleven a una parte concreta, sólo a la memoria, a una intensa melancolía que me hace mucho bien cuando buceo entre sus letras, entre las calles de su ciudad, en los cafés, en las vidas siempre doloridas de sus personajes. Porque Modiano es una narrador de lo cotidiano, de personas que van y vienen en busca de un rastro de vida, de razón o de amor, de una identidad que se quedó en su París veinte años atrás debido a un hecho fatal. 

El horizonte es un pasado recuperable sólo con fragmentos de vida, un mapa lleno de anotaciones que desdibujan una relación en su pasado, como palabras suspendidas en el aire de las que no puedes más que captar sus ecos.