Foto: Yohana Córdoba.
Sujetos al destino por tornillos de estrella volvemos a casa. Nuestras manos sucias, los dientes nublados, la boca de nicotina. Vestidos de trajes sin boda, desnudos de palabras, con las sílabas rotas. Los pensamientos desordenados, desobedeciendo a la esquemática estructura del día. El cuerpo vacío y la bañera llena, la piel viscosa y la frente con las mismas heridas de Apollinaire tras la batalla, tiñendo de sangre las entrañas de la porcelana.
Y cubiertos de vapor despertamos de esta cordial somnolencia, con el aliento oscuro y el apetito seco. Y caminamos por pasillos bajo luces pálidas como el olvido, y el corazón bombea quimeras mientras el porvenir nos vacila, ¿cómo ser atrevidos? ¿Insolentes tal vez? Luego el miedo, y vigilar cada motor, cada puerta, cada paso, para quizás apartar de nuestros caminos las desgracias y las sombras.