viernes, 2 de mayo de 2014

Postales de una ciudad de posguerra



Entre el aullido y la lágrima reventamos la vida.
Fue una guerra sin guerra de tanques sobre el papel
y palabras desembarcando en playas desiertas.
Las metáforas perdieron el brillo,
el mundo comenzó a cobrar agresividad
y la literatura, que fue mi pista de aterrizaje,
se inundó de oscuridad e impurezas.

Ahora la vida se ha llenado de adioses,
en las carreteras sólo viajan autobuses nocturnos
que recorren los contornos de la herida,
porque después de la herida sólo existe la muerte,el frío, el silencio,
los trenes que circulan con retraso
para cruzar los días y perseguir sueños
trazados como ríos contaminados.

Algún día nos visitará el oleaje
y regresaremos al lugar de las palabras,
para que la prosa resbale sobre el horizonte,
pero ahora, tú y yo, somos versos que mueren
sin encontrar quien pueda acogerlos,
supervivientes entre los escombros del olvido
yaciendo a la intemperie de esta ciudad de posguerra. 


1 comentario:

  1. Tras la herida no sólo queda la muerte. Queda la huella que es aún más dolorosa y su cicatriz recordando el hambre, las meriendas con mondas de patatas con sabor a tubérculo acético tras los cristales de aquellas tardes en que los versos se deslizaban ligeros por la piel aún tersa. Seguimos añorando el comienzo y volveremos a él.
    Que tristeza se siente en la palabra, aparentemente, perdida. Pero siempre estuvo. Nunca se fue, como no se fue el oleaje que te recorre.

    Un besazo

    ResponderEliminar