De niño (igual que Tabucchi) tenía un atlas enciclopédico con el que hice mis primeros viajes. Fue la primera representación geográfica conocida. Sentado en el suelo de mi habitación, observaba con emoción las fotografías representativas de cada continente y cruzaba el mundo. Desde la selva amazónica hasta la plaza roja de Moscú. Desde el parque Yellowstone al Taj Mahal, pasando por el Machu Picchu, el monte Fuji, las góndolas de Venecia, o el tráfico de Nueva York.
Luego llegaron los libros de Julio Verne, los dibujos animados de Willy Fog, la isla de Stevenson, los paisajes de Jack London, o el naufrago más famoso de la literatura: Robinson Crusoe. Cortazar decía que la realidad nace y se va con los libros,ahí empieza el verdadero viaje. Los viajes son como islas sembradas de asociaciones mentales y recuerdos que florecen, para configurar el mapa del archipielago que determina como somos.
Tabucchi, referente de la literatura actual ha viajado mucho. Viajes y otros viajes es un repaso por su archipiélago, un catálogo de lugares imprescindibles cargado de anotaciones, miradas, reflexiones, y asociaciones auténticas e inteligentes en los que la historia, el arte y la literatura son parte esencial.
A diferencia de Colin Thubron, escritor de viajes, Tabucchi no viaja para escribir sobre ellos, " sería como si uno quisiera enamorarse para escribir un libro sobre el amor". Reunidos uno a uno, hace una especie de embarcación en la que me encantaría subirme.
Los lugares de Tabucchi ( y los míos) surgen ajenos a los mapas, las agendas, los turistas y sus guías, como los mejores lugares surgen de la casualidad, de pronto, a la vuelta de la calle, como por arte de magia. Te los encuentras de frente, y los grabas cerrando los ojos. Detalles, sonidos, olores, la asociación de tus sentidos con la belleza, la ambientación de lo idílico. Un puesto de helados, el acordeón que suena, una pareja en un banco mirándose el alma, telas de colores, balcones por los que entre un foco de luz, cualquier circunstancia del azar puede provocar que un sitio se convierta en especial.
Tabucchi ( también yo) es contrario a las guías que indican donde alojarse, donde encontrar oficinas de American Express o qué vacunas son necesarias, cuando lo realmente importante es conocer como se vive, se piensa, se habla y qué categorías mentales existen. Para Tabucchi las mejores guías, las mejores pistas de los mejores lugares se encuentras en las referencias interpuestas de muchas historias de la literatura, que nos convierten en turistas del alma.
El turista es una especie de colonizador cuyo ideal es conquistar espacios vírgenes con encanto, adelantándose de alguna forma a las masas cargadas de comparaciones, recuerdos y cámaras fotográficas capaces de contaminar el instante en su ritual a la búsqueda del "yo he estado allí". Los turistas buscan lugares auténticos, pero no demasiado, lugares distintos pero manteniendo la esencia globalizada, con identidad pero sustentando el parecido a todas partes. Los turistas buscan ciudades que no recuerden a las suyas, pero que aún así, consiguen hacerles sentir como en casa.
Desde sus viajes, con bocadillo en mano, en compañía de su tío a la Florencia de los Uffizi hasta el Paris de Delacroix, en la rue Jacob, en el mismísimo corazón de Saint Germain de Pres. Desde las calles medievales de Montpellier al pueblo de la Provenza donde vivía Picasso. También pasó por España: el peine de los vientos de Donosti y la plaza del Diamante de Barcelona forman parte de su recuerdo . De Madrid destacó la quinta del sordo de Goya para después tomar un refrigerio en Casa Mingo. El cantón de Berna y Soleura, los Cárpatos, la Capadocia ( una mezcla de la Capilla Sixtina en el gran cañón del colorado), los olivos de Creta, con el sabor de sus lugares relativamente intactos. Una parada en el cafe Fashawi en El Cairo para fumar una sisha, y descansar de las voces, sonidos, colores y aromas infinitos expuestos en sacos de algodón dentro del bazar. De Japón destaca la ciudad de Kioto, la armoniosa delicadeza de sus calles, del que hablaba Tanizaki en el elogio de las sombras, libro esencial sobre la arquitectura japonesa, y sus tallares dedicados al papel. En otro continente, el museo contemporáneo de Rhinebeck, a los pies de Nueva York, o uno de esos "no lugares" tan especiales: la estación de ferrocarril de Washington.
En el libro hay lugar para las experiencias y sensaciones producidas por el Amazonas, la India, Melbourne o Quebec. A la decadencia de Lisboa le dedica bastante espacio. Porque Lisboa es como la melancolía causada por el recuerdo de lo perdido (saudade). Los tranvías, la ropa colgada de Alfama, el Chiado de Pessoa, el cafe A Brasileira. Yo recomiendo también un café que encontré de casualidad llamado Pavilhao Chines, un especie de pequeño museo lleno de soldaditos de plomo y muchas historias que contar.
Es verano, es tiempo de viajes. Aunque si te gusta viajar sin moverte de la playa, o de la terraza de tu casa, o en la sombra de cualquier parque, puede que éste sea tu libro.
¡¡Feliz verano a todos!!