miércoles, 20 de junio de 2012

Putain d'usine- Jean Pierre Levaray

"...Todos los días igual. Llego al curro ( ni siquiera al trabajo, el curro) y eso se me viene encima, como una oleada de desaliento, como un suicidio, como una muerte chica, como la quemazón de la bala en la sien. Ocho horas de una vida ya de por sí corta, y que el curro te araña despacio. Un trabajo demasiado conocido, una sala de control aplastada bajo los neones-y unos compañeros que, algunos días, no queremos   volver a ver-.
 Ni siquiera el valor de buscar otro empleo. Demasiado tarde. Estuve a punto hace tiempo..y luego no, me faltó valor para cambiar de vida. Este trabajo nunca me ha satisfecho; sin embargo, no me veo aprendiendo a hacer otra cosa, otros gestos. Lo aguantamos, pero no nos acostumbramos. Hablo en plural porque no soy el único que estoy con estos ánimos: todos estamos en las mismas..."

Vivir. Sobrevivir. El esfuerzo de muchos enriquece a unos pocos. La vida te quita más de lo que te da. Estamos en primera línea de una guerra que de antemano perdimos. Para "ellos" no somos nada. Sólo un mecanismo, piezas de engranaje, recursos capaces de desviar las balas, heridas de carne y hueso, y voces infectadas por el tedio, la miseria y el cólera contenido. 

Una fábrica que espera, como tantas otras, el cierre final, la externalización, la deslocalización. Y en medio de todo ello: esos obreros que siguen rompiéndose el espinazo por mantener encendidas las calderas y de los que ya nadie habla.

"Puta fábrica" es un gran cómic, una visión en dibujos y palabras sobre el mundo de las fábricas, el sufrimientos universal de aquellos que sobreviven o han tenido que sobrevivir, y la vida o el miedo a la vida, les mantiene atrapados en un pozo sin escaleras. 

Recomiendo este cómic, recomiendo la inquietud de soñar despierto, luchar por aquello que sueñas despierto. A pesar del pesimismo que flota en nuestras mentes, como la contaminación en la capa de ozono: los sueños se nublan, pero nunca se pierden.

Los autores de este relato gráfico: Jean-Pierre Levaray trabajador en una fábrica química, y Efix de las regiones mineras del norte de Francia, lo han cumplido.



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