(..)Yo andaba viendo que la luz confluye desde los objetos.
Los pedazos del mundo se enredaron en la persiana. Pasó la luz. Y mientras el silencio me mordía la piel, el amanecer formó en mis retinas heridas desordenadas.
Apareces perdida en la pantalla de mi
teléfono. Te imagino caminando sola, sin rumbo, en la oscuridad de esta odiosa
ciudad en la que todo el mundo tiene un lugar adonde ir. Entrarás en un antro
cualquiera y pedirás una bebida, quizá Martini. Un tipo sentado a tu lado
intentará abordarte con insistencia, pero el dueño del local intervendrá y te
dejará en paz. Luego, achispada, volverás a tu casa en taxi con los ojos
hinchados. Abrirás la puerta. Allí dentro, todo seguirá igual, como el museo
intacto de un amor perdido. Sus discos seguirán en tus estanterías, su ropa
mezclada con la tuya. Te pondrás cómoda, utilizando su pijama impregnado por el
perfume del desengaño. Encenderás un cigarrillo liado. Dejarás que el hachís y
la nostalgia inunden tu memoria hasta que el cenicero se llene de heridas. Te
beberás la botella de vino que dejasteis a medias. Morderás un pedazo de queso
mal partido que sobró. Te atiborrarás a pasteles, dejando el de chocolate para
el final, mientras ves por enésima vez esa película en la que se cuenta la
historia de un amor imposible. Tú, Cloe, te enamoraste de quien no debías, al instante, pese a que te lo
advertimos, pese a mis teorías, con las que intentaste creer que conspiraba
contra ti, y que desmontabas en nombre del jodido concepto del amor.
Ya estarás borracha,
y querrás ser tan canalla como esos poetas a los que él adora más que a ti. Y
tal vez recuerdes sus ojos, esos que en las despedidas cambiaban al color del
acero, y que cada vez que mirabas te transportaban con él a Siberia. Y cuando
entres en la cocina, observando los platos sin fregar del mediodía, pensarás
que está cansada, sí Cloe, cansada de perder trenes y coger resfriados, y te
tumbarás sobre el hueco helado de las sábanas que él dejo, y mirando al techo
para buscar respuestas, te rendirás, e intentarás encontrar en los sueños la
oportunidad de un nuevo día, pero no podrás dormir y me llamarás. Sí, Cloe, me
llamarás, a mí, a Mauro, tu amigo Mauro, ¿me recuerdas? Soy ese
tipo con el solías pasear, ese que al principio te gustaba un poco. Es cierto,
a él también le gustabas, pero fue tan inseguro en los momentos decisivos que
consiguió que todo fuese tan despacio como para enfriar las cosas.
Y a la mínima
vibración del teléfono, tal vez un poco de viento, soñaré que eres de nuevo tú:
Cloe, la única Cloe de mi oxidada agenda. Y sonará esa canción que programé
para tus llamadas que habla de nosotros, y durante esos segundos de escalofrío
y dudas, recordaré el día que acompasamos deseos en aquella tarde de césped y siesta
susurrada, o las veces que jugué a unir mi apellido y el tuyo. Y pensaré por un
instante que realmente no debería descolgar, pero descolgaré, y no sabré que
decir, me quedaré callado, mientras tú, entre lágrimas, me pedirás que te
recoja con mi coche, que quememos la
M-30 mientras aullamos canciones de Benjamin Biolay, para luego
bebernos la noche entera, y romperemos a pedradas todas las farolas de este
mundo, mientras la vida, quizás, me da otra paliza sólo para que tú te sientas
mejor.
Porque huele a sexo en los últimos asientos del bus nocturno, porque ese verso escrito sobre el cristal me arrancará la ropa, porque mi mano tiembla cuando eyaculas palabras que se extienden sobre el papel, porque la poesía nunca estuvo tan viva. The Star-Crossed Lovers(aka Pretty Girl) by Duke Ellington on Grooveshark