No me siento inspirado últimamente. No escribo casi nada. Las palabras ya no están en el rincón exacto en el que solía encontrarlas. Es como si me quedase solo en esta ciudad en la que nadie escoge su verdadero destino. Cada mañana subo, entre espectros de mirada opaca, las escaleras mecánicas que conducen a la muerte. Algunas veces consigo escribir algún poema desde la oficina: ese lugar en el que la vida pasa de largo y nadie conoce a Whitman. El jefe me mira con indiferencia; yo me mantengo pensativo frente a una pantalla en la que se amontonan cifras, gráficas, cartas con un discurso demasiado preparado. El tiempo avanza lentamente mientras como galletas de limón y dejo algunas migas sobre el teclado. Luego termina la jornada, salgo a la calle y los problemas crecen por dentro hasta adquirir formas desconocidas en las esquinas de mi geometría. Cuando llego a casa los platos siguen sin fregar, y mi cama es como una desoladora acera en la que duermen todos los vagabundos de esta vida. Apago la luz para ahuyentar a mis fantasmas. Quiero llorar. Lo hago. Todo es pobre y sin sentido. No digamos que yo soy culpable de ello. No hablemos de culpables.
(Perdóname A. Pizarnik por este homenaje).
Metapoesía, versoterapia. Un buen recurso utilizar la falta de inspiración para inspirarnos y dejar sentimiento.
ResponderEliminarUn beso
Demasiada energía gastada intentando volar sobre las heridas...y vivir.
ResponderEliminarBesos.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
ResponderEliminarsí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase esencia está intacta.
En las palabras, a veces, se encuentra una tabla de salvación.
EliminarA pesar de que dices que tu inspiracion esta un poco apagada. Eso no es lo que noto con este pequeño escrito. Animo.
ResponderEliminarLinda foto por cierto.
Tengo mis días. Gracias por pasarte. ¡Cuánto tiempo!
EliminarUn abrazo.