¿Qué ocurriría si pudiésemos volver atrás? ¿Qué ocurriría si hubiese otra oportunidad para lanzar por la ventanilla todo lo que nos pesa? y ver como la piel se estira, frente al espejo, recupera su brillo y el marco malva de los ojos se apaga. Y los días de ceniza vuelven a sus ceniceros, marcha atrás, entre cuerpos que hacen pausas en los andenes; y el agua regresa a la atmósfera desde tus zapatos calados; y las lágrimas, remontando a contracorriente tus pómulos hasta evaporarse en tus retinas vacías.
Los túneles se derrumban y crecen las montañas. Los contratos vuelven al cajón oscuro de dónde salieron, y la tinta de tus firmas al gris de sus bolígrafos. Y las cajas embaladas deshaciendo mudanzas, y los regalos empaquetados; y las entradas de conciertos, las listas de la compra que nunca terminaron de llenar tu nevera vacía comienzan a cobrar vida desde los cubos de basura. Y desaparece la niebla: los enfermos abandonan los hospitales, los barcos varados vuelven a faenar, los aviones regresan a las pistas de aterrizaje y los trenes a las estaciones. Las despedidas ahora son encuentros.
¿Y yo? Algunos días pierdo la conciencia pensando en como sería una oportunidad. Tres días sin que flote tu distorsionada imagen dentro de mí mientras me descubro llorando frente a un poema que dice "la memoria es un error del olvido". Los recuerdos hielan mis noches, a veces, pues he aprendido a vivir con un iceberg bajo la piel. Las horas descienden como un alud por la pista nevada de los días. Llego del trabajo y mi casa, nuestra casa, parece la galería de arte de un amor perdido. En la entrada tu fotografía: ese imagen cada vez más lejana que arde en mi conciencia. Tu recuerdo cosido a mis noches. Hay detalles que se olvidan y reaparecen en el mercurio de mi delirio.
El televisor dispara imágenes y sonidos lejanos que se desvanecen por la casa: que importa Grecia y Ucrania si tú no estás aquí. Descubrí que te amaba pera era demasiado tarde. Visualice todos los fotogramas velados en el cinema de nosotros, le puse apellidos a los hijos que nunca tendremos, quizás hubiese podido entregarte las llaves para abrir las puertas de ese bosque en el que estuviste perdida.
También hubo cines, restaurantes, supermercados. Otra piel y otros nombres constataron que fuiste verdad. Decidí viajar a otros lugares en los que nunca fui capaz de quedarme. Lloré en cada uno de los rincones de nuestra vida. Huí en dirección contraria a las respuestas y descubrí que el silencio es igual en todas las ciudades.
Los amigos me escucharon un tiempo pero se marcharon deprisa. Estuve triste y luego aburrido. Tuve insomnio y depresión. Leí muchos libros: algunos malos y otros buenos. El espejo me devolvía cada día todas las heridas.
También pasé un tiempo con tus padres, esos que nunca supieron nada de nosotros y que jamás se acercaron a los oscuros territorios de la verdad. Al principio me adoptaron como a un hijo y durante tres meses dormí en tu habitación de niña, luego trabajé para crear distancia como quien trabaja en una celda para escapar. En tu entierro algunos conocidos me dieron el pésame aunque jamás vestí de negro. Tengo frío en los brazos cuando visito tu tumba y el otro día sentí vértigo al adelantar a un coche fúnebre. Declaré en comisaria y describí los hechos, aunque omití algunos detalles.
Aquel día a nadie le importaba nada, las escaleras mecánicas subían y bajaban y, un remolino de codos, zapatos y puertas mantenía el ritmo que trazaban las líneas de la fatiga, la velocidad y la vorágine, la caótica fiebre de los lunes, el ritmo frenético de un saxo alto desafinado. En las pantallas la caligrafía de los destinos que una voz en off se encargaba de anunciar: el servicio restablecido excepto en tu andén, aquel anden en el que todavía mis palabras ardían en tu cuerpo como un bosque en llamas.
-¡Atrás! -decían los de seguridad incapaces de evitar la curiosidad que produce la muerte.
Llevabas el dolor lacrado en tus ojos. La palabra adiós palpitaba en tu pecho como una quemadura blanca. No lo sabía nadie, no se le pensábamos contar a nadie, o al menos de momento. Habíamos hablado sobre darnos un tiempo, un tiempo definitivo, y aunque nunca te hablé de una segunda oportunidad, hubiese dado lo que fuese por habértela ofrecido pero ya era demasiado tarde. Ya era demasiado tarde cuando reinaba el olor a goma quemada, el olor a química, a sangre seca mientras sonaban los gritos, el murmullo, la ansiedad. Tu cuerpo partido en pedazos bajo el círculo deslumbrante de un hospital de campaña. Duró unos segundos, unos segundos fue la distancia. Duró unos segundos tu viaje. Las estrellas se confundieron con el frenazo de la locomotora. El cielo se alejó de ti al menos un metro.
Fue en aquella cuerda floja donde el destino de tu muerte y el origen de mi pena se buscaban. Pudiste decidir no hacerlo, pudiste dejarlo pasar mientras estabas en aquel anden, pudiste dar un paso atrás en aquel precipicio y, sin embargo, te lanzaste a las vías frente a mí. Y yo ahora me hago las mismas preguntas, cada noche, día tras día: ¿Qué ocurriría si pudiésemos volver atrás? ¿Qué ocurriría si pudiésemos recuperar el pasado?¿Qué ocurriría si hubiese otra oportunidad?
(Todos las semanas, unos pocos y yo, nos reunimos en una librería de Malasaña. Creamos textos, a veces desgarradores y, otras veces, disparatados. Este es uno de mis trabajos en el que he llevado al límite ideas y fragmentos de otros textos que ya había escrito).
Lo cuentas de manera que el lector se mete en la piel del protagonista y lo estremece. A mi me has estremecido y emocionado. Desgarrado.
ResponderEliminarCreces como la espuma
Bss ;)
Si, parece que no sé escribir desde la alegría
EliminarGracias por verme dentro del mar.
Besos
Reconozco varios fragmentos de otros textos ,ahora , entrelazados , muy bien ligados ;me reconozco en algunos fragmentos , como ya me reconocía cuando estaban por separado .
ResponderEliminarUn relato directo sincero ,sentido ,desgarrador , emocionante . Transmites perfectamente todas las emociones del protagonista , estremece .
Magnífico trabajo !!!!
Me ha encantado !
Llevar al límite las metáforas y las imágenes ya creadas como hacía Rossini con sus operas, buscar el desgarro ha sido un ejercicio de estilo con el que he disfrutado a pesar de la fatalidad del texto.
EliminarMe alegro que hayas sabido reconocer.
Besos.
Aromas y ritmos de serie negra para un relato duro, difuso y contundente a la vez, pero de serie negra "reconstruida", cortante y existencial, como "El túnel" de Sábato o "El extranjero" de Camus.
ResponderEliminarQuizá por su origen fragmentario, el texto tiene algo de espejo roto en el que se reflejan los anhelos frustrados del narrador. (Como decían en aquella película de Bergman: "el espejo se ha roto, pero ¿qué reflejan los pedazos?")
Así es la vida. Una estructura sin estructura. Una constante de espejos rotos. Fragmentos cortantes que desdibujan nuestro reflejo. Es inevitable que el texto tenga algo del que lo escribe. Todos somos un poco extranjeros de nosotros como Mersault de Camus.
ResponderEliminarIba en el ejercicio de estilo crear algo que no fuese de estructura lineal y se me ocurrió escribir esta especie de elispis experimiental. Quizás le pudiese dar una vuelta de tuerca y potenciar más la novela negra.
Muchas gracias por tus acertadas palabras.
(Hay un texto que me gustaría enseñarte, quizás porque está inspirado en personajes que conoces. Ya me dirás como puedo hacértelo llegar).
¡¡¡ Un abrazo !!!
Me encantaría leerlo; yo también ando recopilando recuerdos de aquellos últimos cursos del instituto, porque desde que contactamos a través de nuestros blogs me vienen a la cabeza muchas vivencias de entonces.
EliminarTe dejo una dirección:
elhombrequerie@yahoo.es
¡Un abrazo!