El viajero accidental tiene recuerdos inconexos, su memoria está hecha girones, lo vivido hasta entonces se reduce a una sucesión de imágenes desenfocadas de aquellos lugares por los que ha pasado. Cuando abandona una ciudad y encuentra otra, observa desde la perspectiva del distanciamiento.
Una vez mas, se desencadena el proceso, siempre el mismo. Primero el desencanto y la incredulidad, luego la apatía, mas tarde la toma de conciencia hasta que pasado un tiempo la adaptación comienza a dibujarse en una forma conocida. De repente, construye sensaciones similares al sonido de una guitarra eléctrica que pierde el control, entonces, justo en ese momento, la historia vuelve a repetirse.
Está esperando en un andén lleno de primaveras muertas, se acerca el sonido de la peonza. Tal vez sea su último viaje ahora que no existen billetes de ida y vuelta. Ni siquiera de ida....
Muchos veranos pasaron, algunos olvidados. Aún era niño, estaba aprendiendo a volar mientras caminaba descalzo por las vías sin miedo a morir atropellado. El sol ni siquiera cegaba sus ojos. Se sentía mas fresco que libre jugando a descubrir vida y movimiento cerca de la fuente que brotaba del musgo.
Mira por la ventanilla de un vagón destartalado, como de otra época. El paisaje, mezcla del gris y del verde, le resulta extrañamente conocido. Tiene la piel opaca y su cuerpo es un lugar inhabitable, pero sus ojos todavía disponen de cierta luminosidad.
Había un puente metálico cruzando el mar, muy cerca, una casa solitaria pintada de color pastel. La casa tenía una buhardilla, la buhardilla un tragaluz desde el que contemplar como los barcos de pesca tomaban tierra, mientras las nubes hacían formas extrañas que en algún momento amenazaban lluvia.
Ha llegado a su destino, una nueva estación le espera. Muy cerca hay una construcción abandonada, ruinosa. Se da cuenta que el significado de su viaje es similar a la maleza que está empezando a crecer desde el suelo, reconquistando lo que es suyo . Mira hacia arriba, en la parte alta un cartel se mueve al ritmo del vaivén del viento.
Caminaba por las rocas con destreza. Las embestidas del mar eran pequeños disparos salados que dulcemente conquistaban su cuerpo. Le excitaba el atrevimiento de saltar al agua. El centro del mundo era un lugar pequeño pero acogedor.
Busca una cara conocida mientras camina. Ya no existe el viejo astillero de madera, ni los locales de pescadores en el muelle, tan sólo un pequeño puerto deportivo en desuso. Los niños se han hecho viejos, algunos ya no están, otros han nacido, y muchos han vivido tan rápido que no han tenido tiempo a darse cuenta de que se han hecho mayores. No existe la vieja farmacia. El mercado está abandonado y algunos comerciantes se han marchado a la ciudad. Cobra vida la autopista que ha dejado la vieja carretera del puente vacía, el mar seco, la arena negruzca, las barcas tumbadas, los peces muertos yaciendo entre desperdicios que las gaviotas chillando desempaquetan como si fuesen regalos del tiempo.
Bienvenido a casa!!.