jueves, 17 de noviembre de 2011

Escrito en los cuerpos celestes del Retiro.



Creo que los parques y los mercados, forman parte de los circuitos imprescindible a trazar en las mapas de las ciudades que visito. Lejos de la geométrica y fugitiva vida de las calles, los parques representan el tiempo remansado, el reflejo circular de las estaciones. Un día leí que los parques son el centro, puesto que en ellos se consuma la fusión de contrarios que inevitablemente la ciudad neurótica sueña. Siendo así, el centro de Madrid es el Retiro. Allí, el extranjero se siente menos extraño y el residente mas descontextualizado.

Hacía tiempo que no caminaba por este universo paralelo a las prisas, tal vez porque un día sufrí un pequeño incidente. Un robo. Nada grave puesto que sólo llevaba un teléfono escacharrado y un libro. Ha pasado el tiempo y hoy el parque está lleno de ancianos con olor a loción de pino persiguiendo a sus nietos que corren en bicicletas de cuatro ruedas, mientras deportistas, turistas, artistas callejeros, malabaristas argentinos, parejas que se besan y se tocan frente a lectores ocasionales, encuentran un lugar perfecto para alejarse y desconectar por un rato del ritmo de la ciudad.

El lugar ( espacio- tiempo) imprescindible del Retiro es el palacio de Cristal en otoño. Allí, el Centro de arte Reina Sofía ha estirado sus brazos y ha extendido sus alas para albergar uno de los proyectos de mayor envergadura de Soledad Sevilla llamado "Escrito en los cuerpos celestes". Una instalación geométrica que investiga sobre las condiciones perceptivas de los sentidos.

La instalación es una estructura interior traslúcida de un denso azul, un esqueleto, una porosa caja con potencial vocación narrativa, una especie de filtro que traduce estímulos exteriores (la luz del otoño) en poesía. Algo parecido a una frontera donde los límites del lenguaje, son los límites de la mente.

A imagen y semejanza de un firmamento. Reproduce una constelación de herramientas sonoras, de signos de puntuación que introducen expresiones, pausas para respirar y coger aire, para hablar bajito o imprimir volumen y musicalidad.
Acentos, interrogaciones, exclamaciones, paréntesis, incluso asteriscos y guiones redirigiendo los pensamientos colaterales, forman parte de un observatorio astronómico mental, un cerebro gigante que fabrica el lenguaje, procesando y creando con la vida secreta de las palabras.
Estará en el retiro durante mucho tiempo. Una instalación increíblemente poética en un marco incomparable.
Foto: Antonio Lobo Mena

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