sábado, 10 de marzo de 2012

Misrata Calling-Aberto Arce

"Un hombre con barba le saca brillo al proyectil de un RPG. Se cubre la cara con un pañuelo, grita "Alá es grande", y procede a lanzarlo. Me pego al suelo en una esquina, enfoco, y en cuestión de segundos comienzan a dispararnos a nosotros. Siento el temblor de la pared de cemento y las balas golpeando a centímetros de mi. Me limito a arrastrarme hacia atrás para alejarme de los cañones que van a disparar inmediatamente, aguantando la cámara y tapándome los oídos al mismo tiempo para no quedarme sordo. Para evitar que la onda expansiva me reviente el tímpano, abro la boca con la misma fuerza que si estuviera sentado en el sillón del dentista".

Así se siente Alberto Arce, un freelance del periodismo que se considera mercenario, prepotente, algo exagerado, aventurero, acomplejado, asmático compulsivo, resentido y romántico de lo que nunca sucedió. Un periodista que aprecia la verdad tanto como desprecia su propia vida.

Decidió subirse a un barco pesquero, vía Malta, rumbo a Misrata, escenario de los acontecimientos más violentos de la sublevación de los rebeldes Libios contras las tropas de Gadafi. Una vez allí, es recibido por un improvisado ejército: un puñado de jóvenes, antes comerciantes, obreros de las fábricas, de los talleres, o estudiantes que quieren cambiar la historia de Libia, convirtiendo las protestas populares de las calles de Bengasi, en Guerra Santa. En nombre de Alá, los combatientes se crecen ante las cámaras, y lo que antes eran cócteles molotov ahora son disparos de algunas "kalashnikov", un puñado de granadas, y unos pocos proyectiles de largo alcance, necesarios  para conquistar en varios frentes, los puntos estratégicos de Misrata, en su camino hacia Trípoli, rumbo a  la democracia.

Compartiendo ronquidos, morteros, espaguetis con salsa picante, en un colegio entre ordenadores portátiles conectados día y noche a Twitter, Facebook y otras redes sociales, que actualizan al segundo la revolución. Entre hip hop árabe, y triviales conversaciones sobre fútbol, el frente, es un trabajo con plus de peligrosidad en jornadas de ocho horas, y la guerra, una realidad compleja, cuyos matices son casi imposibles de captar ante el peligro. Pero dichos matices, apenas interesan en otros lugares, en otras vidas, lejos. Sólo las imágenes más violentas en primer plano venden y entretienen a gente sentada cómodamente en sofás orejeros, que hacen la revolución desde sus casas. Apenas un minuto de esas imágenes le sirve a Alberto Arce para pagar varios meses de alquiler. 

Vivir pegado a la muerte es su destino, entre explosiones, fuegos artificiales, horizontes de gasolina y cohetes desvanecidos, incendios y flores marchitas. Así es la guerra, entre cárceles, despiadadas estrategias,      rabia contenida, despilfarro de adrenalina, destrucción masiva, daños colaterales. No existe población civil, sino seres humanos que lo pierden todo por la paz del futuro, ante la atenta mirada desde lo alto, desde los aviones de la ONU,  que no se involucran lo suficiente.

El final de la historia, lo vimos más tarde, cuando nos dimos cuenta, que hasta los enemigos más despiadados, parecen muñecos de trapo cuando les alcanza la muerte. 

Interesante libro, que puede completarse con las fotos de la expo que se inaugura este fin de semana, en Tabacalera, de Gervasio Sánchez y su Antología de fotos de guerra.


MISRATA, VENCER O MORIR from EL VIENTO PRODUCCIONES on Vimeo.



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