Tiene 20 años. Su primer trabajo le lleva a Castelnau, una pequeña población francesa en el interior de Dordoña.
(..) LLegué de noche, no poco atontado, en pleno galope de unas lluvias de septiembre encabritadas contra los faros, entre el golpeteo de los limpiaparabrisas de buen tamaño; no vi nada del pueblo, la lluvia era negra.
Castelnau representa la manera antigua del origen del mundo, de los universos separados: hombres y mujeres. Un mundo arcaico de pescadores turbios, de habla ruda, dialecto torpe de barqueros al filo del agua. Entonces apareceYvonne.
(..) Mi deseo se llamaba Yvonne y vendía Marlboro.
Una fantasía sexual, una belleza deslumbrante, un deseo ardiente que el autor nos trasmite magistralmente. La lujuria contada con precisión, expresada de una forma absolutamente poética.
(..) No creo en las bellezas que se van revelando poco a poco, a poco que nos las inventemos. Ésta me puso al instante pensamientos abominables en la sangre. Era alta y blanca, era leche. Era algo amplio y copioso como las huríes en las Alturas; si los animales tienen algo que no desmiente sus cuerpos, era un animal; si las reinas tiene una forma propia de llevar erguida en la columna del cuello una cabeza plena pero pura, clemente pero fatal, era la reina. Aquel rostro regio iba desnudo como un vientre; y, en él, esos ojos muy claros que tienen, milagrosamente, las morenas de piel blanca, esa índole secreta bajo el pelo de ala de cuervo, ese enigma que nada, si por azar posees a esas mujeres, ni los vestidos remangados, ni los gritos, resuelve. Todo en ella era conocimiento de placer, solo con apoyar las yemas de los dedos, volviendo la cabeza, y entonces los discos de oro que llevaba en las orejas le tocaban las mejillas, mientras te miraba o miraba hacia otro lado, y aquel placer era agudo como una herida.
Magistral: pura sensualidad y delicadeza, alta literatura, poesía en estado puro.
El erotismo es una fantasía. La belleza teñida de verano, uñas pintadas de amor, expresión mínima de jeans desilachados, kilómetros de piel y miradas que viajan, alejándose del autocontrol hacia el deseo: el origen del mundo.