miércoles, 4 de noviembre de 2015

Recuerdos en el café de la juventud perdida a la manera de Modiano


Foto: www.rtve.es


Eran días sin relojes, 
noches con horizontes cortados 
y mañanas que llegaban demasiado pronto. 
Tiempos de vivir en las calles 
y dormir en las aulas: aulas infectadas de gente, aulas sin calefacción.
Fueron tiempos de acuerdos multilaterales, pisos compartidos, 
turnos de limpieza y legislaciones de frigorífico. 
Recuerdo un submarino llamado Berlín, 
y un paraíso dónde podían encontrar 
a quien estaba perdido.
Recuerdo los grasientos amaneceres del Raíces 
y el beicon que nos devolvía  la vida, 
cuando la vida eran dos monedas de cien. 
Recuerdo la niebla de la Alameda 
pintada en mis ventanas 
como el resplandor sin cuerpo
 de un cuadro de Rothko. 
Recuerdo a Charlie Parker llorando en mi radio casete 
y a Manolo Tena que siempre estaba de bajón. 
Recuerdo los libros que presté, 
las películas que no me devolvieron, 
las noches en que no amé. 
Recuerdo cuando la desdicha se interponía en mi destino 
y caminaba hacia cualquier parte, 
con una brújula perdida en el pecho 
y el sabor ciego de perseguir un rumbo. 
Recuerdo el olor a humedad de las calles, 
el frío calándome los huesos, 
la respiración hipnótica de las campanas, 
el sonido hueco de los pasos, 
la sombra de una pareja 
desapareciendo en el plano de la noche 
mientras pensaba que
daría cualquier cosa porque fuese mi nombre 
el que aquella mujer pronunciase
al despedirse al día siguiente.
Recuerdo las floristerías frente al mercado, 
las hortensias embestidas por el viento, 
las horas deshaciéndose en el reloj de la Quintana
y la luna como las teclas sucias de un acordeón.
Recuerdo el día que nevó  
y las manifestaciones 
por el cambio de normativa 
en los colegios mayores.
Recuerdo aquella chica 
que me arruinaba la vida 
pero a mí eso me gustaba
 (cosas del sadomasoquismo).
Recuerdo la lluvia como alfileres en la piel, 
sus abrazos como océanos 
y las heridas 
que dejaban en el cielo los aviones 
cuando se marchaba 
y yo tenía que volar muy lejos de mí 
para alcanzarla.
 Y es que el yo que ella quería
estaba a kilómetros de distancia 
de mi auténtico yo. 
Quizás por eso, 
como en los libros de Modiano,
y si la memoria no me falla, 
me acuerdo de casi todo
excepto de mí.

8 comentarios:

  1. Interesante final. Entonces se es inconsciente de esa realidad, cuando uno deja de ser para complacer. Y viaja como en paralelo.
    Pero llegar a ser conscientes y tomar las riendas de la vida es importante para a partir de ser uno mismo

    besitos

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    1. Querida Sandra. Hay recuerdos que te dejan una perspectiva más lúcida desde la distancia. Ahora sé más sobre mí que antes sobre esa época en la que todavía buscamos sin encontrarnos. Las mejores relaciones personales son las que te permiten ser tú mismo.

      Besos.

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  2. Observar los recuerdos con la perspectiva de la distancia, nada es exactamente como era y qué raro reconocernos, tener conciencia plena de nuestro yo, nos creemos conocer y sin embargo no creo que se consiga nunca. Perdona por todo este rollo, debería limitarme s decirle lo mucho que me gusta!!
    Bravo!! Un abrazo.

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    1. Como le comentaba a Sandra, la distancia en el tiempo te ayuda a entender, a viajar a través de uno mismo, tener constancia de tu lugar en el mundo.

      Me alegra que te haya gustado esta tímida versión-homenaje a este obsesivo del recuerdo llamado Patrick Modiano.

      Abrazos.

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  3. Soy un llorón y por eso no cuenta, pero estoy en mi sitio soleado de la oficina con los ojos empañados.
    Sadomasoquismo compartido, ya lo sabes, pasión por las mujeres imperfectas y brillantes. Arrancarse los recuerdos a tiras, y luego los tiras.
    Vértigo.

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    1. Bastida, me alegro que te haya gustado. En aquellos tiempos la perfección era un concepto todavía algo ambiguo, o al menos, más ambiguo que ahora .No creo que sea necesario arrancarse los recuerdos, eso es imposible, sólo aprender a gestionarlos.

      Está claro que eres sensible. Y bien canalizada esa sensibilidad podría desembocar en algo bello ;-)

      Abrazos

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  4. Me fascinan estos poemas largos, casi narrativos, que partiendo de una anecdota o de un sentimiento muy intimo terminan contando un momento en la vida de alguien que podria ser cualquiera de los lectores, aunque las experiencias de cada uno de esos lectores no sean exactamente las mismas.
    Y en este caso ademas se habla de una ciudad a la que, aunque solo vivi en ella un curso escolar cuando era nino, le tengo bastante aprecio, aparte de estar situado en una epoca de la que tengo muy buen recuerdo (si bien estoy seguro de que en parte es por el tiempo que ha transcurrido desde entonces, casi dos decadas, que se dice muy pronto pero da escalofrios de pensar un poco en ello).
    Y, last but not least, tambien recuerdo una tarde realmente grata en que quedamos alli y fuimos a comer al comedor de uno de los campus universitarios, y de camino nos fuimos encontrando con una serie de personajes que estonces eran cotidianos y hoy son casi leyenda...
    Los ultimos cinco versos son geniales, claro.

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    1. Es difícil resumir Santiago, o un determinado momento de la vida, en un texto en este formato. Imagino que yo era un tipo cualquiera que vivía la misma vida que muchos otros. Fue genial ser habitante de esta ciudad. Recuerdo tu visita, ya ha pasado tiempo de aquello. Tú si que tienes algo en común con Modiano: tienes una gran memoria y sabes utilizarla.

      Siempre es un placer tenerte por aquí. Hay que extrapolar esa visita a otras coordenadas espacio-tiempo.

      Un abrazo.

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