miércoles, 26 de mayo de 2010

LA SOMBRA





















Dicen que el día que Atlas,vigilante de la Plaza del Toural, lance la bola del mundo desde la fachada de Bendaña, alguien habrá abandonado la ciudad,sin descubrir el amor. Jota, solía tener el mismo sueño todas las noches. Soñaba que el peregrino enamorado de la Quintana, sometido a condena eterna, cobraba vida, dejaba de ser una sombra y se escapaba, saltando los barrotes que le privaron de libertad durante tantos años. Corría sin cesar, bajando las escaleras impares de Platerías, exhausto y sin aliento, llegaba al parque de la Alameda. Allí , las Dos Marías le indicaban que su amor estaba esperándole justo sentada en aquel árbol de tronco grueso, que situado estratégicamente, tenía las mejores vistas de Santiago.

Aquel día para Jota fue distinto.

Un fuerte sonido le despertó sobresaltado, como si el atlas del mundo golpease la piedra desnuda. Durante unos segundos, confuso y ofuscado, echó el ancla en el purgatorio de la melancolía, le asaltaba la duda mientras corría por los pasillos del mundo onírico hacia lo real. Latigazos afilados fustigaban su mente con recuerdos desdibujados, no conseguía entenderlo, el hilo de las ideas, esquivo como una espiral de humo, se escapada de la antesala de su consciente. En un viaje rápido por los raíles de su memoria, llegó hasta la habitación de los sueños, pero no disponía de las llaves para entrar en él.

Sin llegar al salón de lo real, se vistió con las primeras ropas, que de forma anárquica, danzaba por el frió suelo de su habitación.Mientras penetraba en su jersey, el suave tacto de la lana,terminó de transportarle a la realidad. Ni siquiera abrió el tragaluz por el que a diario se entretenía observando a los peregrinos que pasaban, imaginando de que lugares provenían.

Salió por la calle mas estrecha de Santiago,hasta llegar a la Plaza de Entrerúas, el sonido del silencio era interrumpido por unos estudiantes que retaban al tiempo,para evitar el amanecer.Era el momento más frió,justo antes del alba,el orballo calaba su alma de piedra. Jota, abrigado por su soledad, tiritaba por dentro. Su paso se agilizó por la Rúa do Franco,las luces todavía no amenazaban con dejar de brillar, pero quedaba poco tiempo.Por fin consiguió de lejos distinguir aquellas esculturas que el maestro Mateo había tallado, tan migistralmente. Las luces cada vez brillaban más,el brillo cegaba sus ojos,la cercanía de la plaza agilizó sus pasos, frágiles, que recortaban el espacio con su objetivo, La Quintana. Subió las escaleras de prisa, girando la cámara de su mirada hacia los barrotes que condenaban eternamente al sacerdote enamorado. Con todas sus fuerzas ayudó a escapar a la sombra, que rápidamente se deshizo de su atuendo de peregrino. Durante unos segundos, derrumbado, sollozando desconsoladamente como un niño fue feliz, una sonrisa inquietante apareció en su rostro, profundamente agradecido dejó de sentir dolor.

En ese preciso instante, tumbado en una camilla de hospital, Jota habla con su padre, se da cuenta que es idéntico a un profesor de instituto, que impartía clases de literatura y nunca leía sus relatos, tal vez eso fue en otra vida.

Días después un titular de LA VOZ DE GALICIA decía:

"Explosiona una bombona de gas en piso de estudiantes en las inmediaciones de la plaza del Toural".

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