miércoles, 20 de abril de 2011

David Vann-Sukkwan Island


LO PRIMERO DECIR QUE ES RECOMENDABLE LEER ESTE LIBRO SIN NINGÚN TIPO DE INFORMACIÓN, DESPROVISTO DE CUALQUIER DATO QUE CONDICIONE LA LECTURA.

David Vann se crió en Alaska, en su adolescencia sus padres se divorciaron y se fue a vivir con su madre a California, un día su padre le ofreció volver a Alaska pero nuestro autor se negó, 15 días mas tarde su padre se suicidó. Puede que ahí se gestase la idea de ésta historia, seguramente una de las mejores historias que he leído en los últimos meses.


Amante del mar, su sueño: Cruzar el mundo en catamarán, en una travesía entre California y Hawai nació Sukkwan Island y tras 12 años de letargo en un cajón a la búsqueda de una editorial que (increíblemente) se negaba a aparecer, este libro, absolutamente brutal, de ficción pero con tintes autobiográficos, sale a la luz y se convierte en un éxito incuestionable.

En el libro el adolescente sí acepta irse a Alaska con su padre, todo un reto irse a una isla salvaje, de condiciones adversas para la supervivencia, inhóspita, de climatología extrema y, solitaria, sólo accesible en barco o hidroavión, con la maleta cargada de provisiones y promesas, Jim busca fortalecer las relaciones con su hijo que apenas conoce.

Una cabaña lejos de la civilización, un año por delante, pronto el lector descubre que algo no va bien, y que la tragedia se va construyendo a medida que las páginas pasan, pronto la intensidad del relato se hace patente y la situación deviene claustrofóbica, asfixiante e insostenible.

Amarga, desgarradora, agobiante, en algunos pasajes recuerda por su carga de tensión a "La carretera" de McCarthy, o al itinerario moral de Coetzee, la historia es verdaderamente impactante, escrita de forma muy precisa y brillante, por unanimidad de la crítica ha sido la gran revelación del 2010.

La representación de la angustia en estado puro, la amargura, la derrota, el hundimiento moral, la perturbación de lo hostil. Provisto de ese giro narrativo inesperado aunque sí es previsible que algo va a ocurrir, llega un momento en el que el libro es arrebatadoramente adictivo.

Lo recomiendo encarecidamente.

"Por la noche, tarde, su padre volvió a llorar. Hablaba consigo mismo en pequeños susurros que sonaban como gemidos mientras lloraba y Roy no podía entender lo que decía su padre o descifrar cuál era el dolor de su padre ni de dónde provenía. Las cosas que su padre se decía a sí mismo sólo le hacían llorar más, como si se obligara a hacerlo. Roy no quería oírlo. Lo asustaba y lo incapacitaba, y no tenía forma de reconocerlo, ni ahora ni durante el día.

No pudo pegar ojo hasta que su padre terminó y se quedó dormido. Por la mañana, Roy recordaba el llanto, y le parecía que eso era exactamente lo que no debía hacer. En virtud de un acuerdo del que nunca había sido testigo, se suponía que debía oírlo por la noche y después durante el día no sólo olvidarlo sino, de algún modo, hacer como si no hubiera existido. Empezó a tener miedo de las noches, aunque sólo habían pasado dos.
Por la mañana su padre estaba alegre otra vez y preparó huevos, cebolla, patatas y bacon. Roy fingió que tenía mas sueño que él y que le costaba despertarse porque quería pensar y todavía no estaba listo para la alegría y el olvido."

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