domingo, 5 de febrero de 2012

Las aventuras y desventuras infantiles de Bill Bryson.


No se exactamente porqué, algunos domingos por la tarde miro al infinito desde mi ventana. Es como ver la vida por unos prismáticos desenfocados y perderse cosas. Hay un momento, cuando giro la cabeza, que tengo lo impresión de tener la mirada inquietante de mi padre disparándome por la espalda. Entonces todo se tiñe de blanco y negro, como las fotos de una maleta vieja, y durante décimas de segundo siento una ligera tensión que me intranquiliza. Agudizo mi oído, creyendo escuchar al comentarista del fútbol en la radio, informando que pierde la "Real Sociedad". En la misma cadena de irremediables pensamientos, mi padre, está a punto de preguntarme por los deberes y todavía no los hecho, ni pienso hacerlos. Ayer salimos juntos a coger mejillones en la ría, con nuestras botas de goma amarillas, todavía cubiertas de arena húmeda, reposando sobre un papel de periódico en una esquina de la cocina. Su mirada tiene pliegues de reproche en el nacimiento de su expresión, sus labios ligeramente fruncidos denotan la previa solemnidad de alguien que va a descubrir algo que no le va a gustar......Entonces vuelvo en mi, dejo el caleidoscopio del pasado en la mesa, y abandono ese ligero fogonazo de la infancia, en el que hasta los recuerdos más perturbadores se ven desde una perspectiva feliz. 

Muchos recuerdos como éstos, adaptados a los radiantes Estados Unidos de principios de los 50, son narrados magistralmente por Bill Bryson en un tono, mezcla de ensayo autobiográfico y  relato emotivo con escenas cotidianas. 

Una mirada irónica y reflexiva que envuelve los límites de la inocencia con bastante ternura y algo de malicia. Una época en la que se forjan las condiciones y circunstancias del modelo de vida americano que luego exportaron, como por ejemplo el nacimiento del consumo y el bienestar hasta producir la desposesión de la voluntad de los consumidores.

 La revolución de los aparatos electrodomésticos y televisores destinados a la consecución de una vida más fácil en un mundo que va perdiendo su identidad para convertirse en un lugar franquiciado y globalizado, o las primeras detonaciones de bombas nucleares, contra el peligro del comunismo, en la época del nacimiento de Disneyland, forman parte del contexto que envuelve la infancia del autor.

Los tópicos clásicos, excepcionalmente contados de la preadolescencia: la iniciación al sexo, sus primeros trabajos como repartidor de periódico, la relación con lo prohibido(alcohol y tabaco), el sueño de forcejear una máquina cargada de chocolatinas, los recuerdos con sus padres, el parque de atracciones.

He pasado muy buenos momentos leyendo este libro entrañable, con pasajes tiernos, desternillantes travesuras y críticas descripciones de la época. 

Muy bueno y recomendable.

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