La vida rebosaba entre tus ojos
y tu falda se despeinaba
cuando saltabas descalza
en aquellas escaleras
del apeadero del viejo mundo.
Te acercaste a mí,
dejaste de ocuparte de los tuyos.
Mi nombre sabía dulcemente
cuando el destino
lo puso en tus labios.
Láska: pronunciaste con suavidad,
y cuando lo repetías
silbaba una ligera brisa
recorriendo todas las ciudades del noroeste.
Conversamos en un lenguaje de signos infinitos
nos convertirnos en hermanos de luna,
prometimos encontrarnos en Finisterre.
Luego la noche resbaló entre nosotros,
sonaron las campanas
sonaron las campanas
como gritos silenciosos de amor.
Terminó agosto.
Mi gata se escapó de casa,
y yo tras de ti.
Querido Jota
ResponderEliminarRebosas ternura, como en aquellos ojos
también dulzura, como en aquellos labios tu nombre.
Pero conversar con el lenguaje de los signos infinitos y que resbale la noche entre vosotros, eso ya es mucho.
Un abrazo inmenso
Es cierto, he pensado en retocar el texto en esa parte, puede desprenderse una interpretación contradictoria.
ResponderEliminarAbrazos, Sandra.
noooo , no cambies nada. Creo que no me expliqué bien, quiero decir que es muy bueno
ResponderEliminarMe encantó el poema. Esa forma que tienen los dos personajes de conocerse y amarse de una manera lenta e intensa.
ResponderEliminarCuídate.
Atracción magnética.
ResponderEliminarUn abrazo Ladrón de Guevara.