domingo, 12 de enero de 2014

La vida aparte.

1-Tus coordenadas espacio-tiempo  se cruzaron en mi camino. El destino era una finísima tela de casualidades giratorias con las que ganarle terreno al río. El vórtice de los días tenía el color de tus ojos y la forma de tu cuerpo. 

 2-Mis labios de velcro y la fibra enmarañada de tu boca quedaron abrochados, la casualidad se transformó en intención, y las palabras escritas en lenguaje emocional. 

3-La máquina del tiempo aceleró entre risas,  pasos de cebra en los que hacer el amor, el tacto de tu piel todavía en mis sentidos, tu imagen saliendo de la ducha en las mañanas con olor a cruasán caliente.

4-La ansiedad estrellada en las esquinas. La balada rescatándonos del precipicio amenazante baja la cama al despertarme y verte despierta. 

5-La habitación es un muelle de hormigón abandonado. Tú y yo, dos barcos pesqueros amarrados que a veces se golpean entre sí a merced del viento. Nuestras almohadas frontera de ciudades dormitorio y esqueletos de ladrillo.

6- El sobre, el papel, tu carta lacrada con dolor. Mis labios sangrando tinta tras pronunciar tu nombre. La despedida fue la marea de la nostalgia, que al subir borró mi sonrisa de arena, dejando mi cuerpo deshabitado. 

7-  Tu ausencia es el recuerdo del incansado "no sonido" del vacío. Me sobra espacio en el alma hueca que lleno con nuestras fotografías: simulacro del papel y del recuerdo. El tiempo que antes quería encadenar, ahora es mi refugio a punto de desmoronarse por un soplido de futuro. Tu presencia en otros nombres y apellidos sólo constatan que fuiste verdad.

8- Viajé por los caminos más largos rodeando tu ciudad de farolas apagadas. Conquisté el país del olvido y olvidándote te volví a recordar. Decidí leer y escribir el mundo quizás para demostrar que no eres mejor que yo. Ahora estoy preparado para llamarte. No quiero saber de ti, sólo que tú sepas de mi. Eres sólo la derrota que me distancia de la guerra.

Hoy hace exactamente dos años que escribí esto, cuando todavía escribía con entusiasmo y brotaba tinta de mis heridas. Hoy no tengo tinta, ni heridas, ni entusiasmo, sólo vivo entumecido, bajo el brillo triste de esta ciudad inundada, entre el ruido y la furia, entre la fugacidad y el olvido, desengañado por mi propia demencia en este mundo de hojalata, para descender, con las alas rotas, a un precipicio en el que sólo habitan ángeles caídos.
(...)Y siguen marcadas las esquinas de esta ciudad con tu saliva

3 comentarios:

  1. ay!
    me dolió en el alma leer esto (hay historias que duelen tanto)
    como si se nos escapase la carne licuada por los poros y quedasemos tan sin nada...

    no te enmudezcas.
    seguí sangrando palabras.

    besos

    L.

    ResponderEliminar
  2. Me dueles... no sólo por ese pasado, sino por ese presente en negrita que también supura.

    Mi beso

    ResponderEliminar
  3. Quizá las cosas duelan en el momento exacto, como si fuese un reloj que quiere avisarnos del cambio de tiempo. Quizás es necesario que todo duela antes de que se rompa, y así podamos decidir cómo arreglarlo.

    Cuídate.

    ResponderEliminar