jueves, 11 de febrero de 2010

Movimiento.Muleta y tren.




Hace un tiempo hubo un concurso (que no quedó desierto) de Fotografías organizado por RENFE, hace poco pude ver las fotografías en el blog de unos amigos, ellos,críticos, dicen que las fotos no son demasiado buenas. Para mí son historias abiertas que el espectador lleva a su mundo interior. Hay una historia para cada viajero, ésta es la mía de hoy:

Hoy no viajo en el tren habitual.

Movimiento, restos de carmín, gominas de pelo y champús recién usados emborronan la película que hoy se proyecta en las ventanillas titulada: "La oportunidad de un nuevo día" dedicada a los espectadores que, bien despiertos, han tenido la suerte de dormir un poco más. Analizo mis pasos torpes atrapados en escaleras mecánicas y pasillos. El tren no es buen sitio para una muleta. Jóvenes papeles que hace un rato fueron periódicos adornan el suelo. Las puertas comenzaron a ser puertas en vez de coladores, y los andenes están vestidos de múltiples colores.

El tiempo está presente, siempre está presente, pero hoy no es mi compañero de viaje puesto que ha decidido salir de casa un poco antes que yo. El silencio ya no está cansado, ni dormido, sólo es silencio. A veces se interrumpe por un pitido que ordena cerrar puertas, es la sentencia que condena a perder el tren, pero hoy los que se quedan fuera no tienen miedo.

Tras varios pitido, mis ojos se desvían donde siempre. Hoy algo ha cambiado, la señora que minuciosamente revisa los asientos antes de sentarse no está, el día que escogió sentarse a mi lado jugaba con el envoltorio de un caramelo de eucalipto evaporado por su aliento. De repente, una vieja y cansada voz curtida por el tiempo capta mi atención, ahora es blanca y espesa. Salgo de mi viaje interior: hoy he decidido pasear por las orillas del Bósforo. Pongo a su disposición mis plenas facultades cognitivas y volitabas.

La voz anuncia que va a recitar un poema de Rosalía de Castro a cambio de alguna moneda. Ahora mi cara ya no es la mía, mi labio inferior empieza a temblequear y la mirada se empaña como si llevase lentes de sentimentalidad.

Mientras recita eso que todos sabéis echo mano de mi suero fisiológico interior, decido darle una moneda, y pienso lo mucho que todo ha cambiado desde aquellas quinientas pesetas con la imagen de Rosalía impresa. Aquellos eran otros trenes, y yo otro pasajero, y los revisores tipos amables que comprendían a quién viajaba sin billete, compartiendo un cigarro en el vagón de fumadores.

Mientras le doy la moneda, le digo: "por Rosalía". A la izquierda una mirada se gira entre siniestra y ofuscada, y con ella, otra historia de libre final.

2 comentarios:

  1. Precioso,y acompañado con la música de tu entrada anterior mas !! esas historias anónimas que nadie escribirá jamás...o quizás si

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  2. Gracias Pilar. En estos tiempos, aún con muchas carencias y errores, escribía con entusiasmo. Me ha alegrado que hayas profundizado en tu viaje por las entrañas de mi blog. A mí me ha encantado recupurar el recuerdo de esos tiempos. Espero continuar con esas historias anónimas.

    Abrazo.

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