sábado, 20 de agosto de 2011

En recuerdo de la lluvia amarilla.



Las estanterías encierran secretos de papel. Los libros de las bibliotecas están vivos y su belleza encarcelada, a merced de que cualquier lector se decida a ponerla en libertad. Existen viejas novelas olvidadas frente al apogeo de los best sellers, el boom de la nueva novela policiaca escandinava o los relatos románticos de Moccia, ahora que estamos en tiempos difíciles.

Un día decido liberar una de esas novelas que ya casi nadie lee. El tacto de sus páginas amarillentas es áspero, como si tuviesen arrugas de vejez y cicatrices del pasado. El cartón de la contraportada está tatuado con una fecha y un nombre:"Rosario Alises- Junio 1989". Me gustan sus páginas dobladas, son como puntos de inflexión, pequeñas conexiones con la nada en las que el lector aparece y desaparece de una historia años después olvidada. Mis dedos atravesando ligeramente sus páginas. Existen huellas escritas a lápiz, semiborradas, como si fuesen secuelas del turismo que señaliza aquellos paisajes que antiguos lectores consideran mas interesantes.

" Si el otoño no abrasara ahora la luna, creería que es la misma de aquella Nochevieja. Si la luna no quemara ahora mis ojos, pensaría que mi vida, desde entonces, no ha sido más que un sueño. Un sueño blanco, febril, atormentado, como la angustia de estas sábanas o la locura interminable de aquel primer invierno. Un sueño blanco, febril, atormentado, que los ladridos de la perra volverían a romper anunciándose en la noche el inicio del deshielo".

Algunos lectores lo disfrutaron, otros leyeron sus páginas por obligación. Eran otros tiempos en los que los espacios en blanco eran bellos, cada nuevo capítulo un desahogo y las páginas se contaban hacia atrás.

"¿Porqué tanta minuciosidad?, ¿a que viene tanto detalle para representar la soledad?"-decían los alumnos a un profesor ahora jubilado, de un instituto ya cerrado hace años. Incluso hay una nota desesperada en alguno de esos espacios en blanco, en las frontera de los párrafos, que dice: "Si tan malo es estar en el campo, porque no te vas a la ciudad".

Entonces dejo de leer e imagino años después a ese lector.

Vive en la ciudad, hace turnos del trabajo al sofá. Es esclavo del reloj que marca las horas de la rutina, del espejismo del televisor fabricando vidas que no le pertenecen, de la solitaria barra del bar en la que se alinean botellas de cerveza vacía. En la mesa de su comedor hay un décimo de lotería caducado, un azucarero sin azúcar y un paquete de tabaco arrugado cuyos cigarrillos han desaparecido con la espiral del humo de sus recuerdos. Los domingos da paseos hacia ninguna parte, siempre por las mismas calles, en busco de algo, una señal tal vez, capaz de reconducir su destino perdido.

Camina hacia el Retiro, sudando por la cuesta Moyano. Hoy, hace algo distinto. Sin motivo aparente aminora el ritmo de sus pisadas justo en las librerías que siempre pasan desapercibidas en su camino, aquellas que sacan los libros al sol. Entonces, ojea alguno de esos libros usados. Sus manos le acercan una novela breve a sus ojos " La lluvia amarilla"- Julio Llamazares, tiene un ligero recuerdo de su adolescencia, lee por detrás:

Monólogo del último habitante de un pueblo abandonado(ya le suena), la creación de un clima poético y un universo personal acreditan al autor como uno de los más valiosos narradores de nuestra literatura.

Entonces abre una de sus páginas y lee:

"De repente, me ha vuelto el dolor: seco, profundo, asfixiante. Como si una cría de víboras hubiese hecho su nido en mis pulmones. Durante unos segundos me corta el aliento, bloquea mi memoria y mi respiración. Durante unos segundos, escarba en mis pulmones como un perro. Luego se va desvaneciendo lentamente, dejándome un sol frío e incandescente bajo el pecho".

Un sentimiento de nostalgia le atrapa. Le invade la melancolía de aquella época. Justo cuando cierra el libro, yo vuelvo a la realidad, me olvido de ese lector y sigo leyendo. Aunque fue literatura obligada, en el instituto no me tocó leerlo. Por suerte su obra es para siempre. Recomiendo su último libro "Tanta pasión para nada" que recopila alguno de sus cuentos.

**Foto robada a Alberto Sánchez Mena

2 comentarios:

  1. A mi tampoco me tocó leerlo... la verdad es que creo que no he leído nada de este autor. ¡Gracias por la recomendación y los recuerdos de las cuentas atrás...!

    ResponderEliminar
  2. Es un gran autor. Referente para siempre. Se de buena tinta que en tu instituto fue de obligada lectura, tal vez a ti no te pilló.

    Un besote.

    ResponderEliminar