Querida Amelie Nothomb.
He terminado de leer su libro titulado "una forma de vida". Dicen los entendidos que este libro refleja una fase de madurez en su literatura. Yo he leído algunos de sus libros; unos me han gustado más que otros, pero reconozco que tras leer éste, me siento mucho más cerca de usted que antes.
Sólo quería contarle una anécdota. Adquirí el libro en la biblioteca municipal. Camino de casa, encontré una tarjeta rosada que presumo hacía de marcapáginas. Abrí el libro y el marcapáginas cobró vida, descendiendo vertiginosamente hacia el suelo. Se trataba del cupón de un comedor social. En los bordes, recuadros con días agujereados correspondientes a las comidas del mes. En el centro, una pegatina con un número y un nombre tapando otra pegatina similar. En el mundo real, las personas somos como pegatinas, como entes abstractos serigrafiados. Números, palabras desenfocadas, etiquetas: unas por encima de otras.
Me he puesto a indagar sobre la identidad del nombre que figura en la etiqueta. No he encontrado nada. Ninguna pista en Internet. Mi estúpida necesidad de poner ojos y manos a un nombre no ha encontrado respuesta en Facebook. De mi investigación sólo sé una cosa, tenemos un nexo en común: usted. ¿No le parece una casualidad extraña? Asistir a un comedor social y encontrarse con la historia Melvin Mapple. Yo sinceramente creo que es fascinante y me siento en la necesidad de contárselo. Podríamos hablar de Melvin, de la obesidad, de las teorías bioéticas, pero no voy a hablarle de eso.
Me he puesto a indagar sobre la identidad del nombre que figura en la etiqueta. No he encontrado nada. Ninguna pista en Internet. Mi estúpida necesidad de poner ojos y manos a un nombre no ha encontrado respuesta en Facebook. De mi investigación sólo sé una cosa, tenemos un nexo en común: usted. ¿No le parece una casualidad extraña? Asistir a un comedor social y encontrarse con la historia Melvin Mapple. Yo sinceramente creo que es fascinante y me siento en la necesidad de contárselo. Podríamos hablar de Melvin, de la obesidad, de las teorías bioéticas, pero no voy a hablarle de eso.
Puede que después de leer mi carta, en el mismo montón, encuentre otra que le parezca más interesante, o más sincera. Sé que le gusta leer cartas, que intenta contestar a casi todas, pero sé que sabe desbaratar las invasiones egocéntricas. No imagina lo que me alegraría su contestación. Rajaría el sobre por una de sus esquinas, empezaría a leer su respuesta en las escaleras, sentado, sin darme cuenta de que el temporizador de la luz ha terminado su recorrido y estoy a oscuras.
Yo también necesito escribir cada día. Sentirme como Kerouac y Bukowski al mismo tiempo, borracho y drogado. Yo también necesito buscar incesantemente el monstruo que aparece y desaparece a su antojo, como si fuese mi salvación, mi puerta de emergencia. No pretendo impresionarla. No me veo capaz de construir historias más interesantes que las suyas. Sé que me comprende. Tras leer su libro entendí de su capacidad para conocer a sus corresponsales, como Capote conocía los personajes de "A sangre fría".
Me encantaría contarle más, quizás alguna novedad de mi investigación. He decidido realizar un experimento: dejar alguna pista de mi identidad al siguiente lector, puede que indague sobre mi, igual que yo sobre el anterior lector. Todos necesitamos que nos encuentren en la misma medida que buscamos.
Usted será nuestro confidente. Respóndame. Espero que me escriba. Me gustan sus sombreros.
Usted será nuestro confidente. Respóndame. Espero que me escriba. Me gustan sus sombreros.
PATAPALO
MADRID, 13/04/2012
Curiosa historia!!!
ResponderEliminarEspero que te conteste..
Aún sigo buscando traductor. Ya te contaré!.
ResponderEliminar