Eran días sin relojes,
noches con horizontes cortados
y mañanas que llegaban demasiado pronto.
Tiempos de vivir en las calles
y dormir en las aulas: aulas infectadas de
gente, aulas sin calefacción.
Fueron tiempos de acuerdos multilaterales,
pisos compartidos,
turnos de limpieza y legislaciones de
frigorífico.
Recuerdo un submarino llamado Berlín,
y un paraíso dónde podían encontrar
a quien estaba perdido.
Recuerdo los grasientos amaneceres del Raíces
y el beicon que nos devolvía la
vida,
cuando la vida eran dos monedas de cien.
Recuerdo la niebla de la Alameda
pintada en mis ventanas
como el resplandor sin cuerpo
de un cuadro de Rothko.
Recuerdo a Charlie Parker llorando en mi
radio casete
y a Manolo Tena que siempre estaba de
bajón.
Recuerdo los libros que presté,
las películas que no me devolvieron,
las noches en que no amé.
Recuerdo cuando la desdicha se interponía en
mi destino
y caminaba hacia cualquier parte,
con una brújula perdida en el pecho
y el sabor ciego de perseguir un rumbo.
Recuerdo el olor a humedad de las calles,
el frío calándome los huesos,
la respiración hipnótica de las campanas,
el sonido hueco de los
pasos,
la sombra de una pareja
desapareciendo en el plano de la noche
mientras pensaba que
daría cualquier cosa porque fuese mi
nombre
el que aquella mujer pronunciase
al despedirse al día siguiente.
Recuerdo las floristerías frente al
mercado,
las hortensias embestidas por el viento,
las horas deshaciéndose en el reloj de la
Quintana
y la luna como las teclas sucias de un
acordeón.
Recuerdo el día que nevó
y las manifestaciones
por el cambio de normativa
en los colegios mayores.
Recuerdo aquella chica
que me arruinaba la vida
pero a mí eso me gustaba
(cosas del sadomasoquismo).
Recuerdo la lluvia como alfileres en la
piel,
sus abrazos como océanos
y las heridas
que dejaban en el cielo los
aviones
cuando se marchaba
y yo tenía que volar muy lejos de mí
para alcanzarla.
Y es que el yo que ella quería
estaba a kilómetros de distancia
de mi auténtico yo.
Quizás por eso,
como en los libros de Modiano,
y si la memoria no me falla,
me acuerdo de casi todo
excepto de mí.